sábado, 20 de marzo de 2010

CRÍTICA A LAS DOCTRINAS IGUALITARIAS: SOCIALISMO





El ser humano es un animal con la heurística necesaria para crear herramientas tangibles y abstractas, desde la palanca hasta el pecado, desde la rueda hasta la belleza, desde la polea hasta la metafísica. Herramientas al fin, fungen como medio, como camino para conseguir lo deseado.

Lo deseado en muchas ocasiones es la capacidad de predicción de los eventos. Nuestra mente necesita de un sustento sólido para prepararse ante el futuro en base a las experiencias vividas, y está diseñada de forma tal que no sólo diferencia a conveniencia lo que es azaroso o no, sino que, dentro del orden que concibe artificialmente, observa patrones. Esta necesidad de observar patrones (que muy bien no tienen que ser tales), o este anhelo predictivo innato se expresa comúnmente en la “causalidad”.

Y en efecto, mucho antes de que podamos pronunciar esa palabra, la causalidad, como la necesidad mental de predecir los que nos rodea, embriaga nuestros instintos. Es así como desde pequeños observamos un universo aparentemente regido por las causas y sus efectos. De hecho, es un recurso tan presente en todas nuestras experiencias que es difícil concebir a la naturaleza de forma distinta.

Existe, en las primeras etapas de toda causalidad, una proporcionalidad entre las causas y los efectos. Por ejemplo, al darle un puntapié a un balón, si se le da con fuerza, éste avanzará más distancia que si se le patea con una fuerza menor. Mientras más tiempo un objeto esté cerca del fuego, más caliente se pondrá. Mientras más viento envuelva a una roca, más se erosionará ésta. Las ilustraciones de esta proporcionalidad, como bien se pudiera intuir, son prácticamente infinitas y sencillas de entender, en vista de que la naturaleza misma funciona de esa manera y nos lo hace saber a cada instante desde que nacemos.

Hemos de reconocer entonces que si existe una proporcionalidad, debe existir por lo tanto una diferencia entre toda la gama de causas y efectos, no solo en cuanto a sus naturalezas (fuerzas, sensaciones, influencias, entre otros) sino también en cuanto a sus magnitudes. Es así como las causas y efectos también pueden ser grandes o pequeños, y ante causas de magnitudes grandes, efectos de magnitudes grandes. Lo mismo ocurre análogamente con lo pequeño, incluso con lo oscuro, lo alto, lo débil, en suma, con la cualidad en cuestión.

En pocas palabras, antes de la causa y efecto mismas, existe la diferencia, tanto en naturaleza como en magnitud. En el caso de las diferencias por magnitud, son ellas el origen de toda proporcionalidad.

Como corolario inmediato, lo grande y lo pequeño, lo diferente, lo superior y lo inferior, lo alto y lo bajo, constituyen una parte intrínseca del universo mismo. De hecho, desde un punto de vista científico, se reconoce que la Segunda Ley de la Termodinámica es una inecuación, en donde la entropía es igual a cero o mayor. Y toda persona familiarizada con esta propiedad sabe que dicha ley es la que explica que el universo funcione como lo conocemos, con diferencias y de forma jerárquica.

Al hombre, a ese peculiar mamífero moralista, le encanta violentar la naturaleza (muchas veces sin percatarse de ello) con sus herramientas abstractas, producto de la negación de su realidad. En un mundo en donde existen valles y montañas, animales grandes y pequeños, diferencias, individualidades, arribas y abajos, contrastes, fluidos livianos y pesados, jerarquías y hasta un arcoiris con diversos colores, todo un compendio obediente de las causas y sus efectos y de su proporcionalidad natural; el hombre elucubra en función de sus necesidades y miedos moralidades igualitarias.

Si bien podríamos afirmar que como especie todos somos seres humanos, no todos los seres humanos son iguales. Cada individuo de la naturaleza es único. Cada capacidad, perspectiva, actitud y aptitud es única. Es una consecuencia de las diferencias intrínsecas explicadas anteriormente. Y como las diferencias son la cuna de toda proporcionalidad, cada causa y efecto oriunda de los individuos DEBE ser proporcional y distinta, en congruencia con la naturaleza que nos ha tocado vivir.

¿Qué ocurre entonces cuando lo abstracto pierde validez, como siempre lo ha hecho, contra lo tangible? ¿Qué ocurre cuando una moral desafía la naturaleza? Fracasa. Las morales igualitarias han estado, están y estarán siempre derrotadas por ir en contra de la naturaleza. La razón es que son artificiales, emanan de un ideal abstracto que los seres humanos inventan para su desarrollo social. Pero como ente abstracto al fin y al cabo, no tiene competencia con lo tangible, con la disposición natural, diferente y jerárquica de todos los eventos del universo.

En psicología son bien sabidas las desviaciones y patologías que ocurren cuando se reprime lo natural. Y es que el cuerpo (tangible, natural) siempre gana en contra de toda represión moral (abstracta, artificial) que se le imponga. Se escapa por intersticios, por las excepciones a la regla, por las neurosis, por las histerias, por el inconciente, por las sublimaciones, por las alienaciones…

Las ideas del “todos somos iguales”, del socialismo, del comunismo, las oclocracias y cualquier otra doctrina que nazca de una aparente nobleza de espíritu, está condenada a perecer desde su misma concepción por violar los mecanismos fundamentales de todo los que nos rodea. Serán ideas, serán teorías, pero nada más. La historia así lo ha demostrado.

Estamos en un mundo en donde ningún árbol es tan alto como otro, en donde el sol está en el cielo y la tierra en el suelo. Existe lo dominante y lo recesivo, la simbiosis y la parasitosis, los machos alfas y el resto de su manada, las diferencias entre especies, simios con cerebros grandes y amebas sin cerebros. Existe además una proporcionalidad, pues mientras más calor hace más rápido se secan los lagos, mientras más llueve más crecen los ríos, mientras más alto te elevas más visibilidad tienes. Nosotros somos seres humanos, somos una especie sublevada a la naturaleza, estamos embebidos en su sistema. ¿Podríamos nosotros violentar su funcionamiento y salir airosos? Evidentemente no.

¿Qué nos hace pensar entonces en que podemos violar las diferencias y las proporcionalidades? Las doctrinas igualitarias ofuscan toda diferencia y toda proporción. En el caso particular del socialismo, se busca que el producto trabajado sea común a toda la sociedad, independientemente del esfuerzo de cada individuo. En este sentido, el producto es de todos y es de nadie a la vez. Entonces las consecuencias últimas de evitar la diferencia, la jerarquía y la proporcionalidad son justamente las que se observan en la praxis de esta ideología: la desmotivación del más trabajador, la conveniencia y la conducta acomodaticia del menos trabajador, la no-meritocracia, el estancamiento de la producción y la espiral económica descendente. Estos síntomas, más que comprobar la infactibilidad del socialismo en la práctica, evidencian la consecuencia de tratar de invertir el flujo natural de los eventos con una abstracción moral igualitaria.

Adam Smith, en su libro “La Riqueza de las Naciones”, explica cómo una “mano invisible” moldea automáticamente, sin intervención humana, los mecanismos de la economía de mercado. Mucho se ha debatido y refutado desde ese entonces hasta ahora, y bien se sabe que ese comportamiento es una idealización que se desvía en cierto grado en la realidad. Si bien todo esto es cierto, es cierto también que el capitalismo obra en congruencia con el flujo natural de las cosas. Trabaja tan en consonancia con las causas y los efectos y sus proporcionalidades que ocurre ese “místico” fenómeno de la mano invisible. ¿Y es que alguien alguna vez ha hecho un esfuerzo por bajar un objeto en caída libre, o alguien hace esfuerzos en conseguir que la luz del sol caliente? Lo mismo ocurre con una economía basada en los mercados: Todo opera automáticamente, con la proporcionalidad natural.

No obstante, quisiera dejar clarificado que el capitalismo llega a ser antinatural también cuando la ganancia se obtiene por la ganancia. En analogía con los ejemplos anteriores, a pesar que cada árbol es de distinto tamaño y que cada uno percibe diferentes cantidades de luz, ninguno toma más de la necesaria. En caso contrario se secan. Sus raíces absorben agua de diferente forma, y raíces grandes y pequeñas absorben el líquido de manera respectiva; pero ninguna debería absorber más de lo necesario, pues el árbol se “ahogaría”. El capitalismo de la ganancia por la ganancia se transforma en un cáncer, y si el socialismo viola la segunda ley termodinámica, el capitalismo concebido en esa forma viola la primera, en vista de que se convierte en el consumo infinito de recursos finitos.

No podemos vencer a la naturaleza por cuanto somos naturales, de la misma forma en que el frío no se puede contrarrestar con hielo. Mi análisis busca una reflexión seria acerca de la imposición de morales igualitarias (económicas, sociales, políticas) y sobre todas las cosas persigue la defensa de la individualidad, de las jerarquías, de las causas y sus efectos y de las proporcionalidades. Es decir, persigue el levantamiento de morales acordes con el flujo natural de los eventos.


5 comentarios:

  1. es bien cierto lo del orden natural de las cosas, y todas esas criticas ademas pero me gustaria solo una respuesta a la pregunta planteada por ciertos autores comunistas que tambien es realista... ¿como podria sostenerse y crecer infinitamente una economia en un sistema finito? mi correo myself_1848@hotmail.com seria muy grato comunicarme con el autor, gracias de antemano

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  2. Muchas gracias a ud. por leer.

    Como lo mencioné en el artículo, una economía sustentada en el consumo infinito de recursos finitos es inviable a futuro, por cuanto viola la Primera Ley de la Termodinámica (digo esto, aunque suene a farfulleo enrevesado, porque mi punto de vista es uno natural y científico, no uno politizado).

    Sin embargo, el mundo que nos ha tocado vivir nos provee de recursos renovables y no renovables. Lo que mi sentido común sugiere es la mesura, el equilibrio, la armonía. No podríamos enfrentarnos a un capitalismo desmedido, pero tampoco podríamos violar la proporcionalidad natural con socialismos o comunismos. El camino medio (incluso en todos los aspectos de la vida) es la garantía de la supervivencia y del respeto para con lo que nos rodea. No en vano es esta idea la columna vertebral de la filosofía budista.

    Si a términos económicos nos referimos, la tercera vía sería entonces ese camino medio. Estaríamos hablando entonces de una economía basada en los mercados, pero no orientada a la multiplicación irracional de la ganancia, sino a suplir las necesidades de todos los involucrados en ella. Pero en ella se debe respetar el mérito y esfuerzo de cada quién, acorde a la proporcionalidad natural de los eventos.

    Mi intuición me dice que esa vía regula la razón de consumo respecto a la de producción. Sería el camino para que mientras vivimos en esa economía de mercados, los recursos renovables que sean consumidos tengan la oportunidad de volver a generarse, y de que los recursos no-renovables tengan la oportunidad de ser asertivamente respetados y/o sustituídos por otros, a la par del avance científico y del sentido ecológico.

    En suma, mi respuesta sería la mesura. Todo lo demás vendría por añadidura.

    Muchas gracias.

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  3. muchisimas gracias a usted por la respuesta, la cual ademas me parece super interesante, reconosco que soy algo joven pero estoy interesando en esto de la ingenieria social y por lo mismo me gustaria guardar correspondencia frecuentemente con usted, actualmente me encuentro escribiendo un tratado sobre la epoca historica en la que estamos envueltos y uno sobre un sistema politico, economico y social alternativo que en base a la filosofia hegeliana y tomando al capitalismo como tesis y al comunismo como antitesis busca un sintesis de ambas ya deje adjunto micorreo en lo que escribi anteriormente y solo queda recibir su respuesta, gracias de antemano

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  4. Lo que usted dice parece una teoría redonda y sin fisuras, pero en realidad...

    El mismo hecho de ser teóricos sería antinatural al modo en que usted define natural.

    La naturaleza del ser humano es cultural y, por tanto, moral. No es la misma naturaleza que la de un mono o un árbol, aunque los instintos más básicos del ser humano le acercan al mono salvaje, estirpe de la que hace un par de millones de años empezamos a separarnos.

    El ser humano está caracterizado por su capacidad moral. Pero la moral es una cuestión de elección. Debemos ser conscientes de qué moral estamos eligiendo cuando negamos la posibilidad de la empatía y la solidaridad.

    Por otra parte, cierta forma de solidaridad ha demostrado ser muy económica (el llamado estado del bienestar). Pero lo que ha demostrado ser antieconómico y brutal es el capitalismo real: miles de millones de personas viven en la precariedad y la pobreza por el expolio y la guerra depredadora y sin piedad de una minoría. ¿Es esta la ley de la naturaleza que pregona usted?

    El corolario de lo que usted plantea sería una especie de darwinismo social, o la ley del más fuerte. La idea central del nazismo es eso (y no pretendo decir que usted lo pretenda, pero unas ideas conducen a otras...)

    Seguro que es usted religioso. La religión es una moral asociada a unas creencias.

    Evidentemente el igualitarismo puede ser muy injusto, pero el extremo contrario que usted plantea lo es mucho más.

    Dejemos, en todo caso, que los pueblos se desarrollen pacíficamente y que encuentren su propio camino sin hacer daño y sin recibirlo. Esta es mi elección moral. Esta es mi naturaleza...

    Javier Romero. Getafe, España.

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  5. Javier, ante todo, bienvenido.

    Muy buenos tus argumentos, y con gusto discutiré tus ideas:

    * "El mismo hecho de ser teóricos sería antinatural al modo en que usted define natural."

    Eso es correcto sí y sólo sí el concepto de ideas lo fundamos en unas bases platónicas. Es decir, si las ideas las apartamos de la realidad y las asociamos a meras astracciones que habitan en un plano metafísico.

    Mi perspectiva, sin embargo, no las considera así. Mas bien, y en anuencia con la perspectiva conductista de Skinner, las ideas y todos los procesos mentales son meramente orgánicos. Muy complejos, sí, pero completamente reducibles a la química, arquitectura y biología del cerebro. Ergo, hacer teoría sería algo natural.

    * Estoy completamente de acuerdo contigo al referirnos al capitalismo como algo realmente brutal. En particular ciertas cosas bien específicas, cosas que son las que le dan el carácter radical, extremista e inhumno que tiene en ocasiones. En ese sentido, y al igual que las doctrinas igualitarias, el capitalismo me parece antinatural.

    Pero el libre mercado en sí mismo no es lo dañino, lo daniño son las artificialidades del sistema. Por ejemplo, los intereses, a mi parecer, son artificiales, al igual que el dinero fiduciario, o el dinero inorgánico. También el consumo infinito de recursos finitos.

    Entonces como verás, apoyo el libre mercado, no con restricciones, sino más bien sin lo artifiial o innecesario.

    Y no Javier, no soy religioso en lo absoluto, aunque sí moral, como todos los seres humanos.

    Muchas gracias por comentar.

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