domingo, 18 de noviembre de 2012

"LIUBLIANA" - EDUARDO SÁNCHEZ RUGELES. Comentarios


Cuando se tiene entre manos el texto de “Liubliana”, nadie toma la precaución de avisar que si no se es oriundo de Caracas –o si por lo menos no se domina la jerga caraqueña- la novela no podrá ser disfrutada a plenitud. Me salta entonces la primera inquietud, una de tantas cuestiones que ya sospechaba cuando me habían recomendado el libro: ¿cuál habrá sido la intención de Sánchez Rugeles al rodear con un círculo de sal a su obra? La cadencia urbana caraqueña no se hace esperar apenas se comienza el primer capítulo, e inevitablemente se cae en cuenta de que el protagonista de la historia bien pudiera ser una confesión solapada del autor. Y es que, como dice Mario Vargas Llosa, “toda novela es un testimonio cifrado”.

Y comienza la prosa adolescente, bien estructurada, pero de riqueza púber. Al principio se pudiera pensar que la narración subjetiva de Gabriel Guerrero interviene en la arquitectura de la forma, pues es apenas un muchacho del Inírida quien se aventura a darnos los preludios de la historia de amor decadente que está por venir. No obstante, la jovialidad expresiva, punzante, despreocupada e inocua se mantiene durante toda la novela, describiendo con cierto dejo de presuntuosa solemnidad cómo es que la gélida invitación de Facebook nos permite enlazarnos en los tiempos modernos, o cómo es que una fotografía de la misma red social se va cargando a medida que el internet nos concede su banda. No hacía falta, a mi parecer, intervenciones tan engominadas para describir cotidianidades tan insípidas.

Más aún, no ya la forma, sino algunos recursos de fondo debilitan el puente entre lector y lectura, creando cierta desazón en la complicidad y refugio lúdico que aquel busca encontrar en las palabras de Sánchez Rugeles. Haciendo esfuerzos por tomar en serio la historia, cuando al fin se nos hace cómplices y partícipes del ambiente distópico en el cual se desarrollan los eventos, nos encontramos, de repente, con viejas atropelladas, con borrachos que vomitan justo después de pregonar el “feliz año”, con hombres disfrazados de Winnie Pooh, con Chávez intercalado en pleno acto sexual, con un enano asiático que juega “Duck Hunt”, con metáforas rococó en donde las nubes son asemejadas a cúmulos de plastilina gris (la plastilina, cabe decir, es un recurso frecuente en la prosa), y con algunos “casi me da un ACV” cuando se intenta denotar una gran impresión. En suma, saltan descaradamente a la vista algunos lugares comunes expresivos, quizás con ínfulas humorísticas, que desconciertan al lector que gusta de la hermenéutica y del escudriñar las intenciones detrás de las palabras. “¿Está el escritor, éste muchacho, ‘echándome un cuento’ de manera informal, o es Sánchez Rugeles un escritor desenfadado, sencillo y transgresor, que desprecia las formalidades y que persigue la naturalidad realística en sus discursos?” –me preguntaba constantemente.

Pero sí hay madurez en el libro. Aunque pareciera avizorarse, no señalo como ejemplo el primer encuentro sexual entre Gabriel y Carla, concilio lascivo descrito en lenguaje voluptuosamente victoriano, altamente contrastante con la jerga promedio de la historia. No. El alto contraste del lenguaje empleado en la escena, quizás excesivo, hace más que evidente lo sublime que era para Gabriel Guerrero tomar a su amada, pero hace patente también una forzosa intención del autor para lograr este efecto. De nuevo, volvemos a lo que no ha cuajado, a lo literariamente juvenil. La madurez, la madurez real viene encapsulada en Fedor, en el indio Alirio, y en la anciana profesora Irene.

Me permitiré citar a Rugeles, a través del indio Alirio, acerca de ciertas consideraciones latinoamericanas que bien valen la pena compartir:

“¿Tú sabes cuál es el problema de América, Guerrero? El complejo. Somos unos acomplejados. Eso es todo. No es España ni los Estados Unidos quienes nos señalan y nos dicen: ustedes son mestizos y son brutos o ustedes son indios y son brutos. ¡No! Somos nosotros los que no nos tenemos fe, los que luchamos contra nosotros mismos. Los que no soportamos que uno solo de los nuestros tenga una opinión diferente, mucho menos éxito. No hay nada más intolerante contra un latinoamericano que otro latinoamericano.

Mira bien esta sala, Guerrero, he estado muchas veces en lugares así. Allá está el sociólogo chileno, más acá la antropóloga argentina, el educador mexicano, el documentalista brasilero, el periodista tico, el escritor colombiano. ¡Dígame estos! Los colombianos creen que la expresión agua tibia es una metáfora inventada por García Márquez. Le conozco los discursitos a todos, siempre dicen lo mismo. Esta gente sigue llorando porque Francisco Pizarro mató al sinvergüenza de Atahualpa. ¿tú ves a los japoneses llorando por Hiroshima y Nagasaki? Lamentablemente, en América Latina los políticos y académicos han hecho de la quejadera un paradigma. Esta gente sigue pensando que los responsables de los problemas contemporáneos, la pobreza extrema, la exclusión y la miseria son Hernán Cortés y Cristóbal Colón. Así lo enseñan en las escuelas; tras doscientos años de vida independiente a nadie se le ocurre asumir la responsabilidad.

Muchas veces, después de escuchar estas ridículas ponencias, me pregunto: ¿qué carajo tengo que ver yo con esta gente? ¿en qué me parezco a este argentino pedante, a este venezolano bruto, a este hondureño necio, a este colombiano prepotente? ¿Y sabes qué es lo peor, Guerrero? Que siempre encuentro algo en común y ese algo es, justamente, el complejo,la convicción de nulidad, la debilidad como principio, el saberte limitado por tu condición de vencido, el saber que, a menos que prive un criterio de eso que llaman discriminación positiva, perdimos el partido. Ya lo verás, seguramente lo harán el último día. Como cierre a estas jornadas de autobombo y lástima les encanta ofrecer definiciones de América. Ahí saltan de primeritos, emocionados, los sociólogos; son aficinados a la invención de lenguaje: ‘América latina es la periferia desterritorializada, la conciencia híbrida de un mestizaje y la naturalización del concepto de arraigo’. Luego saltan los poetas; este grupo es de lo peorcito, los tipos no se han enterado de que Pablo Neruda murió y, montados en esas tarimas, inventan cantos generales de inocencia, de culpas ajenas: ‘nosotros los latinos no partimos ni un plato, somos buenos, nos han jodido siempre, tico tico solorico’.

Y entre otros, los periodistas. Lo de los periodistas es una vergüenza, se sienten portadores de la verdad, todos se creen Kapuscinski, se la saben todas más una y les encanta explicarle a la gente cómo se ha de vivir. Yo, Guerrero, con humildad y modestia, sin afán de polémica, tengo una opinión muy personal sobre lo que significa ser latinoamericano. Puedo decírtela sin terminologías extrañas, sonetos forzados o recetas de vida. Es algo muy sencillo: ser latinoamericano es, simplemente, saber que en cualquier momento te pueden joder”.

Muy bueno.

En Rugeles hay mucho de denuncia, una necesidad, por un lado, de complacer su paladar artístico por lo decadente, oscuro, cruel, espeso;"La memoria, convertida en verbo, se conjuga en presente". -Sánchez Rugeles. y por otro lado, por hacer notar lo crudo de la realidad, insistir en desenmascarar, en apropiarse de inocencias, en hablar claro y sin omitir esputos. Esto también acusa a su juventud (a cierta rebeldía infante), pero también vislumbra su sentido crítico, la fermentación de sus ideas propias. Este escritor no quiere ser más un ingenuo, aunque, irónicamente, ocurre a una inconsciente ingenuidad al intentar zafarse de ello. Entre líneas, se puede notar cómo se acusa a la academia, a la doctrina agustiniana, a la clase media caraqueña, a los literatos innecesariamente enrevesados, a los filántropos de catálogo, al gobierno chavista, a las lesbianas neuróticas, a los ciudadanos venezolanos, a los latinos, a los libros y escritores de autoayuda. Incluso, a sí mismo. ¿O es que Gabriel Guerrero no se parece a Eduardo Sánchez Rugeles?

Una oda a la fatiga es el sobre abundante uso de las líricas y de las canciones: musicalización, además, orquestada por los nada sorpresivos Alejandro Sanz, Sabina, Calamaro y demás intelectuales de la poesía, solfeo y melodía. Barajeando esto sobre el mantel, aunado a la escritura desenfadada, “Liubliana” se convierte, pues, en una canción de Estopa, en un guión de un “Jesucristo Superstar”, en una telenovela. Pero es que, además, nos encontramos con que el libro cuenta con un “soundtrack”, en un afán de hacer de este relato una novela musicalizada. El proyecto, así visto, torna una inusitada originalidad, pero definitivamente, pues, se certifica que la novela no es capaz de ahincar por sí sola sus colmillos, ávidos de crudeza, en el espíritu sensible.

Con la tonalidad de un buen prospecto para montaje teatral, “Liubliana” puede aprovechar a sus bien trabajados personajes para tal fin. Todos los actores lucen congruentes, consecuentes, con historias que les calzan. Solo podría denotar cierta falta de sustento en los ataques esquizofrénicos de Gabriel, que de suyo avisa su locura, pero cuando la misma llega, llega de sopetón, y cuando se va, se va de sopetón también. Sin embargo, cuando Elena le advierte, en plena discusión conyugal y lacerante, que “le echará a los perros”, ¿hay un coqueteo con la esquizofrenia en ese momento? ¿Son perros irreales los de esta advertencia? Si es así, pues fue un detalle maravillosamente logrado. También, el indio Alirio desaparece de la trama sin más, sin disimular entonces su participación como denunciante, sin esconder la excusa de su creación como marioneta del sentido crítico, cuyo titiritero es el autor.

Mención especial le merece el funeral de la Nena. Que los “inservibles” del Inírida hayan sido los que cargan el ataúd de la madre (sin dejar de notar el pantalón grasiento del “mongopavo”), ha sido un magistral toque irónico imbuido por Sánchez Rugeles, al mismo tiempo de una clara denuncia a los prejuicios pendejos de la clase media urbana. Muy bien.

En “Lubliana”, la inmoralidad no convence. El “baño de oro” es desproporcionado para un personaje como Gabriel Guerrero, y el incesto de dilatada data no podía desatar pesares en un Alejandro y Carla tan tardíos. Del desarraigo, de la melancolía, del exilio… de todo esto, hemos quedado claros. Gabriel grita, cual Rilke, “la patria es la infancia”. No hay duda de ello. Por eso, con las manos femeninas tapándole los ojos, le es válido dejarse ir en el puente de los dragones; sin apego a Santa Mónica, sin apego real a Liubliana, sino con dogmática adherencia a un sentimental “¡ganamos!”, coreado por una cofradía de manganzones felices e inocentes.

Pero, ¿qué va a saber un ingeniero de estas cosas?






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10 comentarios:

  1. Me vino a la mente "Pin Pan Pun" de Alejandro Rebolledo.

    No he leído "Liubliana" pero por lo que cuentas Rebolledo tiene menos pelos en la lengua para contar historias de personajes decadentes en la Caracas contemporánea (el libro data de 1998, pero creo que aún aguanta el paso del tiempo).

    El libro lo reeditaron hace poco, así que no debe ser difícil de conseguir en cualquier librería.

    Tengo que echarle una nueva leída, pero siempre lo vi como una adaptación de "Trainspotting" de Danny Boyle (la película, lamentablemente nunca leí el libro de Irvine Welsh en el cual está basada la película).

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  2. Es muy acertada la comparación con "Pin Pan Pun". Quizás, demasiado.

    Un gran saludo.

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  3. Estimado sujeto, me parece totalmente desacertado el comentario que cuenta que el soundtrack que acompaña la obra se hizo con el fin de colmar más aún a los lectores excusando una supuestamente precaria parte literaria.
    Un buen escritor es aquel que con escritura sencilla y cotidiana logra transmitir sus ideales, sin palabras rebuscadas e inusuales, como tú. No tiene absolutamente nada de malo que un libro sea escrito para un público en específico, así que no entiendo qué quieres criticar con el tema del lenguaje caraqueño. Dejando de lado eso, igualito "Liubliana" lo puede disfrutar cualquier lector, no se si te diste cuenta pero tiene muchísimas más cosas para apreciar o tomar en cuenta que el lenguaje, que al parecer es lo que te hace cricuficar la novela.
    P.D: No entiendo tu cierre de la crítica "¿Qué va a saber un ingeniero del tema?", ¿qué tratas de lograr con ese comentario? Que la gente diga: -Oh sí pero que persona tan interesante, un ingeniero que "sabe tanto" de literatura. Me parece sumamente infantil de tu parte.

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  4. No creo ser yo el infantil.

    Bienvenido a esta página. Siéntase libre de comentar lo que usted crea conveniente.

    Saludos sinceros.

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  5. Estimado Corvo Mécanique:

    Jugaba un apacible Juventus - Génova en FIFA 2013 cuando un familiar, aficionado a las intrigas en las redes sociales, me habló de un mal entendido que, con respecto a "Liubliana", apareció entre los comentarios de tu blog.

    Alguna vez, hace muchos años, cuando era estudiante de Letras, tuve algunos prejuicios con respecto a los ingenieros pero ese fue un rasgo de tontería juvenil (de rebelión baldía) que se curó con el tiempo.

    No conozco a la persona que, utilizando mi nombre, atacó tu lectura (libre y legítima)en torno a "Liubliana". Las cuatro o cinco personas que me conocen saben que no tengo el hábito de descalificar las lecturas críticas o comentarios que se hacen sobre mi trabajo. Pertenezco a esa vieja escuela que defiende el derecho al gusto y la opinión.

    Además, no percibí en tu comentario ningún tipo de maltrato. Citas algunos puntos de discusión interesantes y expones argumentos con los que se puede estar de acuerdo o no pero eso no justifica la reacción airada de este individuo quien, sin yo solicitarlo, actuó como abogado del texto.

    No tengo redes sociales, justamente, porque me molestan este tipo de desencuentros. El anonimato, en nuestro siglo, se utiliza como arma de guerra. La usurpación de la identidad se ha convertido en un lugar común.

    Lamento el malentendido, estimado Corvo. Entiendo, según me comentan twitteros de mi entorno, que la intervención de nuestro "amigo" en tu blog me ha dejado un poco mal parado en las redes. Si lo consideras oportuno, te agradecería que, en un breve tweet, hagas referencia al asunto de la usurpación identitaria. El caso del plagiario, de alguna forma, nos afecta a los dos.

    No me queda más que agradecerte por la lectura crítica de la novela y defender con mi palabra tu derecho a una libre lectura.

    Volveré, entonces, a mi Juventus - Génova que, en el segundo tiempo, permanece en un mortificado empate a cero. Si no gano, perderé el scudetto. (Estoy contemplando sustituir a Giovinco por Quagliarella).

    Saludos cordiales. Gracias por el derecho a réplica (que en realidad no es réplica sino legítima defensa).

    Eduardo Sánchez Rugeles

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  6. Estimado Eduardo.

    Me alegra mucho que esto haya sido un malentendido. De lejos, y desde un (falso) anonimato, le admiro la valentía con la que ha llevado a cabo varios proyectos de su vida. Que me guste o que no me guste esto, aquello o lo otro, es lo menos; y no merma ni un ápice mi respeto hacia su persona.

    Con gusto procederé a resarcir el agravio. Bienvenido.

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  7. Mis más sinceras disculpas primero a Eduardo Sánchez por no especificar mis apellidos(Porras Luque, no tomé en cuenta las consecuencias que te podrían acarrear el hecho de que compartamos el mismo nombre) y por haber sido arbitrario al tratar de defender el libro, recordarás que te escribí un email de agradecimiento por esa novela que tanto me gustó y pues, tropezándome con una crítica con la que no estoy de acuerdo días cercanos a haberla terminado pues me exalté, no medí mis palabras y bueno.
    Le Corvo Mecanique: espero puedas disculpar mi tontería (como muy bien lo señalaste en tu respuesta)de no respetar opiniones que discrepen con las mías. Claramente es un error que no he podido depurar de mi mismo. Espero que esta verguenza pública que estoy pasando me ayude. Gracias.

    P.D: Eduardo si se te hace necesario alguna vez para desmentir todo este malentendido en las redes sociales donde te dejé mal parado mi nombre completo es Eduardo Antonio Porras Luque.

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  8. Estimado tocayo.

    Por mi parte, no te preocupes. No hay ningún problema. Imagino que Le Corvo Mécanique aceptará de buena manera tus disculpas y todo quedará en un inofensivo desencuentro.

    Agradezco, igualmente, tu defensa del texto. Quizás, no era necesario atacar personalmente al Corvo pero también entiendo que las invectivas y los agravios, en ocasiones, son una parte esencial de la larga tradición de las controversias literarias.

    Recuerdo tu correo, recuerdo tus amables palabras sobre "Liubliana". Si todas las cosas le gustaran a todo el mundo, este planeta sería mucho más aburrido. Para nuestra fortuna, existen la antipatía y el disgusto.

    No creo que el uso de la jerga caraqueña, en el caso de la novela, sea un círculo de sal -lo percibo de una manera totalmente diferente- pero esa es la opinión del Corvo y la considero tan legítima como la tuya. Terminé de redactar "Liubliana" hace dos años y desde que se la entregué al editor perdí mi derecho a la tutela. Soy de la teoría de que los textos (una vez publicados) se defienden solos o, en ocasiones, se contradicen y se refutan.

    Saludos. Olvídense de este asunto y, si les apetece, tómense una cerveza. ¡Salud!

    Abrazos,

    E.

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  9. Mis saludos a ambos. Me complace mucho que hayamos conversado de buena lid.

    Ya todo está aclarado.

    Vaya un apretón de manos.

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  10. Respeto pero no comparto la critica de Mécanique, pero bueno vamos a darle un toque de tolerancia a este país que se esta cayendo para la "mierda" (en palabras de Eduardo Sánchez). Liubliana me encanto, no solo por el uso del lenguaje muy caraqueño y venezolano por demás, pero la historia que le pasa a los diferentes personajes de la historia le pasa a cualquier persona que esta en este hermoso país, mi país Venezuela...de hecho mañana miércoles 20 de febrero tengo examen de esta obra en la cátedra de literatura latinoamericana, la verdad no tengo mucho que decir, sino que sencillamente, cada cosa que leís, decía o le pasaba a cada personaje, sentía como si estuviera en mi casa o en la calle, cosas que le pasan creo, solo a los venezolano y que solo nosotros podemos comprender.
    me dijeron que estabas escribiendo otra obra...la espero mucho...la voy a leer por supuesto. El lenguaje utilizado por Gabriel Guerrero en sencillamente acertado para nosotros, los localismos son muy nuestros y seguramente no muchos los entenderan porque hay palabras que utilizamos en diversos contextos y que solo nosotros podremos entender.
    Felicitaciones Eduardo un besote de parte de una caraqueña que nació y se crió en un barrio de catia...

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