Si el padre Amorth gozará del tiempo como para dedicarse a disfrutar algunas películas, tal vez convendría en que los medios de información más formidables para divulgar la necesidad de que haya exorcistas han sido, de forma determinante, la literatura, la televisión y el cine. Más aún, lo verdaderamente apremiante para Amorth –esto es, la divulgación de la real existencia del Demonio y del Infierno- ha contado con la buena fortuna de haberse transmitido aún más.
En un lenguaje sencillo, el padre Gabriele Amorth le explica a Marco Tosatti las experiencias más impactantes y más recurrentes en el ministerio que ha emprendido. Esta entrevista, realizada en el año 2010, despierta suspicacia por cuanto la famosa película “El Exorcismo de Emily Rose”, exhibida en la misma década, mostró un ascenso en la inquietud general del público por estos tópicos. Ha sido acertado, pues, que este libro haya sido publicado en estas fechas; no sin sopesar luego si existe una solapada intención por parte de la Iglesia Católica para promover su causa a través del impacto, del sensacionalismo y del miedo. No en vano, según los exorcismos documentados, los demonios aseguran que es la religión católica, y no otra, la verdadera.
No obstante, el padre Gabriele se presenta sincero, afable y muy estructurado en el sino que ha elegido, sin que eso implique que no sea un caballero repleto de contrastes, como cualquier otro. Por un lado, este hombre posee un talante determinista en su manera de interpretar los fenómenos. Como muestra de ello, asegura que no es una casualidad la fecha de su nacimiento, ni su vocación mariana, ni siquiera su nombre y su preferencia por el Arcángel Gabriel. Pero por otro lado, es una mente metódica, que gusta de realizar los procedimientos lo más conservadoramente posible, casi con cariz científico y paulatino. Así es como, en un solo espíritu, la creencia y el rigor parecieran comulgar sin ningún conflicto.
Pero la entrevista no se trata de Amorth, sino de los variopintos episodios en los que Amorth ha intervenido expulsando demonios y maleficios. En una sencilla, pero didáctica, cátedra de exorcismo, el sacerdote señala todas aquellas manifestaciones que son comunes en estos rituales: los pacientes se babean; vomitan clavos de varios centímetros de longitud, cristales, estampas religiosas y hasta los recetarios del maleficio del que han sido víctimas; hablan en varias lenguas, con varias voces, con varias personalidades; son exorcizados durante años, y sus quejumbres son, por lo general, tendientes a afectar la cabeza o el estómago.
Padre Gabriele Amorth. |
Con esta dilatada experiencia, el padre Amorth –quizás sin proponérselo- ha dilucidado un patrón de conducta de todos los casos en los que ha intervenido. He aquí una suerte de método “científico”, pues, previa consulta y presencia obligada de especialistas psicólogos o psiquiatras (descartando que se trate de trastornos de personalidad múltiple), el exorcista comienza la expulsión del ente demoníaco con bendiciones diagnósticas, y provocando luego su manifestación y su posterior expulsión.
Ahora bien, dada la completa anuencia del buen sacerdote al querer hacer énfasis en la existencia de lo maligno, bien valdría la pena contar con su buena lid y formalizar, más allá del rito y sus procedimientos, el acto del exorcismo. No se trata ya de reformular (una vez más) el “De exorcizandis obsessis a daemonio”, sino de afrontar la evidencia empírica con el necesario rigor experimental; de tal suerte que no sea la creencia la que le da el sentido a lo que sucede durante el exorcismo sino que sea el exorcismo el que pronuncie su propia hipótesis y tesis.
Aunque luce primario el hecho de dilucidar, en primera instancia y filosóficamente, la existencia y naturaleza del Dios católico para luego poder aprehender con seriedad las consecuencias que de ellas se derivan, existe el riesgo (más que probable) de caer en la sustantivación de las deidades, encarcelando la búsqueda genuina en las reductoras e inflexibles cláusulas de la lógica y el lenguaje. Una alternativa honesta consistiría en la implementación de un esquema deductivo, partiendo del hecho, de la evidencia, hacia la generalidad, en vez de su contraparte inductiva.
Así las cosas, cabría preguntarse, por ejemplo, si cuando el paciente habla en varias e ininteligibles lenguas, lo que importa son las palabras que menciona o más bien la intencionalidad con la cual son pronunciadas. ¿Y si la videncia incluye el carisma y el ocultismo?¿Será un asunto de manejar el lenguaje “enoquiano”, o corresponderá, empero, a la más cruda expresión gutural asociada al sentimiento? Análogamente, ¿qué hace que en algunas ocasiones los sacerdotes sean más efectivos invocando al prolífico y sensato San Alfonso de Ligorio, y en otras, a la docta Santa Catalina de Siena? ¿Qué resulta más efectivo: la cadena de San Vicinio de Sarsina o la estola? Y en las oraciones de liberación, cuando también sobrevienen “lenguas”, de nuevo, ¿es un asunto de las palabras o de su intencionalidad?
“La intensidad de la fe” -responderían muchos creyentes. Y se puede convenir temporalmente en que sea así. Pero, aún con la fe de Cándido Amantini, aún con la fe (innegable) de Enmanuel Milingo, el endemoniado no halla su cura siempre, ni de la misma manera, ni bajo el mismo método.
Los tiempos que corren, completamente empáticos con el saber científico, exigen una revisión positivista de las instituciones que procuran establecer un canon moral y ético para todos. Solo con ese aval, que lamentablemente no está exento de reduccionismos, podría establecerse un nuevo enfoque en la investigación de estos fenómenos, hasta ahora remitidos a un plano espiritual.-
Se abre, entonces, un universo de posibilidades en el desarrollo del campo teológico, antropológico y físico. El periódico Orizzonti y la bitácora escrita durante el exorcismo del joven Robbie Mannheim fungen como sinceros e importantes avances en el registro objetivo de las observaciones de estos sucesos. El padre Amorth, en esta entrevista, realiza una diferenciación importante entre los videntes, carismáticos y ocultistas; en donde los primeros son aquellos que presentan un sentido más desarrollado que el común de la gente, sin que eso tenga vinculación con dones metafísicos. ¿Qué tal, pues, si todas estas facultades presuntamente espirituales no son más que campos insospechados de la videncia?
La prerrogativa podría consistir, tanteando algunos caminos, en averiguar por qué los demonios como Asmodeo, Legión y Lilith reinciden constantemente en las posesiones a lo largo de la historia; por qué no se verifica antropológicamente el supuesto culto que se le realizaba antiguamente al “dios” Zago; increpar al poseído, en el caso de estar bajo el manto de un condenado, y extraer información acerca de lo que pudiese ser la existencia del Sheol judío; calibrar científicamente la observación de la materialización de los objetos varios que aparecen espontáneamente en el reflujo de los pacientes. En suma, verificar si los eventos que se asumen como fenómenos espirituales no son más que otra expresión desconocida de la naturaleza en su materialidad; o si, por el contrario, dilucidar deductivamente, con el saber más que con el creer, la existencia y palpabilidad de dimensiones que han sido rechazadas por el rigor científico y hasta por el Clero.
Cuando el espíritu científico es sincero, se torna inevitablemente relativista. Pero si se es sinceramente relativista, hasta la idea de lo Absoluto se torna una posibilidad.
Título original: Memorie di un esorcista – La mia vita in lotta contro Satana – Padre Amorth intervistato da Marco Tosatti
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Alguien ha dejado aquí un pescaíto frito...
ResponderEliminarSaludos querido escritor, acabo de descubrir su blog y me resulta fascinante.
ResponderEliminarVeo muchas reflexiones interesantes diferenciándose ámpliamente del común de los blogs en la red.
Sin embargo si me permite hacerle una recomendación, de forma, más que de fondo. Ésta sería que tratara de colocar enlaces en palabras clave, con el objetivo de ayudar al lector a comprender mejor conceptos importantes o conocer personajes nombrados en sus artículos.
Lo felicito por su blog, y me despido deseándole que siga escribiendo.