domingo, 22 de mayo de 2011

PROFETAS, BIBLIAS Y ÉTICA COMUNICACIONAL


L

a fatiga. La fatiga se apodera de mis pensamientos como una manta cálida y pesada que me impide la generación espontánea de las ideas. Y es que ya uno se agota, ciertamente, de reflexionar, o de siquiera prestarle atención, a ciertos eventos que no merecen el respeto que pretenden: las profecías.

Pero me es imposible no dirigir la mirada hacia estos eventos, no porque los considere serios en sus fundamentos, sino porque los considero serios en sus consecuencias. Una ciudad tapizada de anuncios que proclaman (para gloria de sus autores) la advertencia final de la humanidad; una marejada de propaganda apologista del terror; una invasión –y hasta una intromisión- a las redes de comunicación de todo tipo, amenazando el derecho a la individualidad desde el punto de vista de una mente chucuta… ¿Seré yo el único alarmado acerca de las repercusiones de esto?

Suenan las trompetas del Cielo, suenan, y los niños lloran, preguntándole a sus padres: “¿el mundo se acabará en verdad?”. Muchedumbres cantando, con la Biblia abierta en la mano, levantándola al firmamento; anhelando el cuchillo del Arcángel Gabriel. Gentes renunciando al trabajo, perdiendo todos sus bienes, tomando resoluciones finales, suicidándose en sociedad. Y al final, cosechan una nueva decepción: si me lo permiten, una justa recompensa por ser abogados de la decadencia.

Justamente, es la decepción el catalizador de lo que podría ser un funesto futuro. Porque el peligro y la injuria ética no solo incurre en la propaganda terrorista de los profetas, sino que de la decepción pueden sobrevenir fácilmente o un (afortunado) alejamiento del fundamentalismo, o una profunda convicción de que el fin tiene que acontecer como sea. Y esto último es lo que podría derivar en un “si Dios no lo hace, yo lo haré”, o un peor “Dios lo está haciendo a través de mí”. Después de todo, una persona que ha apostado todo al fin del mundo, si este no ocurre como espera, ¿qué más podría perder al tomar el Apocalipsis en sus manos? Ha vivido solo para ese momento.

Respeto a la diversidad de gustos, opiniones y credos, se me dirá; ¿pero cómo evaluamos el respeto? ¿O es que acaso que todo lo que es dibujado es arte, o que todo lo que suena es música, o que todo lo que sea escrito es literatura, o que todo lo impregnado por matemáticas y especulaciones positivistas es ciencia? Observemos si lo siguiente es digno de respeto.

En un sincretismo de cultos babilonios y egipcios, y como reacción hacia la opresión que les ahogaba, el pueblo judío comienza una tradición oral que dura algunos siglos antes de que comenzara a ser una tradición escrita. Durante el transcurso de su tradición escrita se van uniendo y fusionando a la misma perspectivas históricas mitificadas y subjetivas a la usanza y gusto hebreo. Con el (supuesto) nacimiento de Jesús de Nazareth, estos relatos hebreos cobran un nuevo matiz y eventualmente devienen en el Nuevo Testamento y el Antiguo Testamento. Finalmente, en un movimiento caprichoso, Agustín de Hipona elige cuáles son los libros definitivos de lo que hoy conocemos como la Biblia, no solo descartando a otros evangelios (denominándolos como apócrifos) sino que sin la clarividencia necesaria como para saber que otros evangelios podrían aparecer en un futuro (como los Manuscritos del Mar Muerto). La Biblia así, sujeta a interpretaciones desde sus orígenes, escrita por autores anónimos con pretensiones de inspiración divina; fue traducida del hebreo al griego, del griego al latín y del latín al inglés (idioma en que ha sido reeditada tres veces más). Y siendo la protagonista en todas las variopintas elucubraciones cristianas del presente, un personaje cualquiera presume encontrar en ella, ¡y con exactitud numérica!, la fecha inequívoca del fin de los tiempos…

Todo esto sin tomar en cuenta las serias contradicciones que entraña la Biblia con la evidencia histórica y científica, así como también toda la incongruencia que salta a la vista cuando sopesamos la posibilidad de existencia de dioses antropológicos, morales, que castigan y premian eternamente y que inspiran libros divinos. Y que además sean predecibles bajo esquemas numéricos humanos.

¿Puede existir entonces respeto para esta clase de credos? En verdad me resulta sorprendente que una persona con las vacuas bases epistemológicas que acabo de describir tenga la impunidad suficiente como para mandar a la gente al infierno a través de todos los medios de comunicación. ¿Es que no hay responsabilidad mediática en estos asuntos?

Conciente soy de que el peor escarmiento que los apologistas de esta decadencia pueden recibir es la vergüenza pública y la falta de credibilidad. Eso los derivará al olvido inexorablemente. Y evidentemente, no se le teme a las ilusiones divinas: lo que es importante, como ya lo he señalado, es que causas ficticias tengan consecuencias reales. Porque no sería ya una primicia que alguien personifique al Arcángel Gabriel, nos asesine un día de estos, y se sienta con todo el derecho de haberlo hecho, bajo la potestad e inspiración del dios que sigue.

La homogeneidad de lo heterogéneo es saludable, progresista, de espiral ascendente. Pero esa diversidad de gustos, opiniones, La pluralidad debe cimentarse sobre una ética racional.credos, tendencias, debe sopesarse con una base ética. Y el criterio que propongo es que toda diversidad es válida siempre y cuando no amenace a la diversidad misma. Bajo esta perspectiva, todo dogmatismo excluyente y condenatorio sería inaceptable. Es lo que tenemos todos los seres humanos en común, y lo que nos distingue, es decir la razón, lo que adjudica unos cimientos éticos necesarios y suficientes para que el árbol del hombre eche sus múltiples ramas a su libre inclinación.

Encomiendo, pues, estas ideas a quienes sirva y puedan comedir la atmósfera de miedo que brota de las fauces de antojadizos profetas distópicos. Ya la visión sublime de un San Pablo hablándole a los griegos en la misma Atenas de Aristóteles ha perdido su encanto por la popularización y frecuencia de su uso, y ni siquiera ya como valuarte cultural tiene sustento. No seamos complacientes con el terror sin fundamento.

Muchos saludos.





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2 comentarios:

  1. Como siempre ¡excelente! y muy fiel a tu excelsa filosofía.

    En efecto, se traduce todo lo sucedido, por enésima vez, en una especie de catalizador de desastres sociales a pequeñas o grandes escalas debido al manejo irracional de las creencias excluyentes. Apelando a esto, llevamos siglos jodidos, dado que vivimos en un mundo con religiones que aclaman que sólo "__Profeta__ es la única verdad y vida"

    Pensé mucho ayer en el daño que puede hacer este evento publicitario, basta con ir a la página de www.familyradio.com y ver el video de PROMOCIÓN del "Día del Juicio". SEMEJANTE BARRABASADA. Ni en la perspectiva atea que tú pregonas ni en el extraño híbrido racional/espiritual que estoy buscando en mi, tiene cabida que el fin de los tiempos o cómo demonios lo quieran llamar, va a suceder como un evento de magnitud semejante a una Final de Mundial de Fútbol.

    Sin embargo, los medios regulares de información, que se suelen prestar a ciertos amarillismos estúpidos, impresionantemente actuaron con gran indiferencia frente a este evento. (Sentí un fresquito con esto)

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  2. ¡Jejeje! Así es amigo Memo. Y quizás sea eso lo que merezca este asunto, indiferencia. No obstante, mucho me temo que así daríamos la oportunidad para que cualquier fanático siga amedrentando y perturbando la tranquilidad de todos.

    Todavía debo pensar bien en estos asuntos. Muchas gracias por tu comentario. Como siempre, son muy bien recibidos.

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