martes, 3 de mayo de 2011

DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LOS DERECHOS VIRILES DEL HOMBRE


C

iudadanos del mundo; hombres maltratados e incomprendidos; machos alfa que son obligados a reprimir su supremacía natural sobre los comunes y gregarios; seres vitalistas, amantes de la realidad y de todo lo grande, hermoso y terrible que hay en ella; defensores de la verdad, sea que acaricie o lastime; espartanos, mayas, vikingos, caribes, legionarios, cosacos, sarracenos, samuráis; guerreros honorables todos. Para ustedes, las siguientes ideas.

Se nos ha instruido desde tierna edad, y no con mentira, que ese ser que nos complementa llamado mujer merece la más sublime de nuestras atenciones. Sin desdeñarla o atribuirle falsas debilidades, es menester entender que, siendo diferente a nosotros, le necesitamos y le queremos como a una igual, y que también entendemos y admiramos las habilidades con que la naturaleza les ha bendecido y que nosotros reconocemos carecer.

No obstante, mucho me temo que la armonía entre sexos apropiada, en los tiempos que transcurren, se ha visto más que amenazada, afectada ya, por una anodina comprensión del papel que espontáneamente el hombre y la mujer han debido cumplir.

Generación tras generación, la enseñanza empírica que nos ha dejado la historia desde que la humanidad comenzó a ser tal, es que la vida del hombre, desde que nace hasta que muere, se resume en tres fases destacables y más o menos solapadas: la búsqueda de sexo, la búsqueda de poder y la búsqueda de salud.

La búsqueda de sexo comienza desde su pubertad hasta que culmina su completa experimentación y necesidad biológica-evolutiva instintiva de diseminar su semilla lo más posible. La fase suele ser dominante y destacable entre los 15 y 30 años. La búsqueda de poder, típicamente representada por un auto-refinamiento de la personalidad, del porte físico, del rango laboral que practica entre los demás hombres y de la acumulación de dinero y bienes; es la etapa más duradera en su vida, comenzando típicamente desde los 18 hasta los 60 años, aproximadamente. Por último, la búsqueda de la salud, la etapa más corta, es producto de la decadencia natural de la vida. Se caracteriza por una concentración de esfuerzos en el entendimiento y necesidad de medicinas y curas varias. Se da, típicamente entre los 60 años hasta el final de sus días.

El amor, perfectamente entendido por el hombre espartano como una espiritualización humana del apareamiento animal y de un (posible) posterior cuidado de las crías, es un aspecto de la vida de éste disfrutado a plenitud, cuando así corresponda, en el momento indicado. Es, sin duda, una fase importante en la existencia de todo hombre, pero tiene su momento y su espacio; y nunca suprime las búsquedas masculinas que ya se han mencionado. Simplemente, es un aspecto más de la vida, no el único.

En el caso de las féminas, y también recogiendo evidencia empírica e histórica, el amor es muy distinto al del hombre. Es el único aspecto de su vida, el más importante, y todo lo demás, sea sexo, sea la autorrealización profesional, sea la apariencia personal, sea la familia, sea las decisiones de envergadura a tomar, todo, gira en torno a ese epicentro llamado amor. Y este amor no es entendido a la usanza del caballero, sino que es ideal, es afín al romance neoclásico, es una reacción ante la crudeza del mundo, es una extrapolación de lo físico. En resumidas cuentas, por lo anterior, es irreal.

Esta realidad femenina, que bien puede parecer digna de los infiernos de Dante para el guerrero de raza pura, debe ser entendida como algo que sucede, independientemente de los gustos viriles. Y como se ha dicho al principio, como amantes de la verdad, así rasguñe con garras de crudeza, se le acepta con cuerpo firme y mirada al horizonte, sin musitar reproches.

Con todo lo anterior aclarado, se observa, pues, que ante tres fases predominantes en la masculinidad se contrapone una única fase en la femineidad. Por ello, si bien pudiera ser cierto el pretendido razonamiento popular que dice que la mujer es más madura que el hombre, esto está limitado de acuerdo a la fase en la que se encuentre viviendo el caballero.

Durante la fase de búsqueda sexual, remarcada en la adolescencia y adultez temprana del hombre; la mujer, que por ser experta idealizando sopesa con mayor finura algunos aspectos de la vida en comparación con el mozuelo de esta etapa, es en efecto, más madura que éste. Ciertamente, el hombre temprano es tosco, impulsivo, inocente y muy primitivo. Es esclavo de sus hormonas, y sobretodo, de su inexperiencia.

Pero en vista de que el hombre va desarrollando otras necesidades y perspectivas con el tiempo, y de que la mujer tradicional se encapsula sempiternamente en el amor idealizado, la madurez del primero supera con creces la de la segunda eventualmente. Típicamente esto ocurre a partir de los 20 otoños masculinos.

Así, por ejemplo, mientras un hombre de 23 años finaliza sus estudios universitarios y piensa cuáles negocios podrían hacerse en el futuro, una mujer de la misma edad piensa que tiene posibilidades de conseguirse un príncipe azul muy pronto. Mientras un hombre de 31 años ha emprendido su empresa propia y piensa en posibles mercados internacionales, una mujer de 30 años piensa que la edad para casarse está llegando a su término. Mientras un hombre de 40 años invierte en bienes raíces y le preocupa la caída del dólar, una mujer contemporánea piensa que todos los hombres son iguales y son básicos. Mientras un hombre de 53 años, con familia, comienza a organizar las cosas para sus herederos, la mujer de esa edad comienza a sublimar la carencia de amor en libros de autoayuda y “metafísica”. Cuando un hombre de 65 años comienza a estudiar los nuevos avances médicos en contra del cáncer de próstata, una mujer de su misma edad, también va al médico, pero reza al amor de Dios y va a donde la bruja, por si acaso.

Las féminas, por lo general, son muy ineficientes en verse en perspectiva, y por esto se amerita tan larga y justa introducción. Pero centrando el asunto que concierne en la presente declaración, y tomando en cuenta que la mujer en general, en ignorancia de su propia naturaleza y de la naturaleza del hombre, incurre en:

  • Decirle “perro” al hombre que busca, de forma abierta y sincera, una oportunidad para copular con ella, en conformidad con lo que le ha sido programado por biología.
  • Decirle “gafo”, “baboso”, “afeminado” o “gay” al hombre cuya sensibilidad es mayor a su naturaleza reproductiva, y que se ofrece en consecuencia a ser un buen amigo y a protegerla.
  • Hacer esperar al hombre que le propone cópula, aún cuando ella lo desea, como si se tratase de una tortura realizar el acto sexual, o como si ella no fuera a disfrutar del momento.
  • Decirle “intenso” o “fastidioso” al hombre profundo y de ideas trascendentales, más allá de las teleseries y telenovelas de las que ella habla.
  • Decirle “niño” o “bobo” al hombre de mente alegre que no habla de ideas profundas y trascendentales.
  • Aburrirse en una de esas escasas veces en las que un hombre necesita ser escuchado, y decirle inutilidades como: “Tranquilo, todo pasa por algo”.
  • Exigir atención y ofenderse si uno se aburre de escuchar por enésima vez la historia de desamor, insensibilidad e injusticia que solo le pasa a ella.
  • Juzgar peyorativamente al hombre que hace eficientemente su papel en la intimidad, tildándolo de “bicho que seguro se coge a todas y por eso sabe.”
  • Juzgar peyorativamente al hombre que no sabe aún hacer su papel en la intimidad, tildándolo de “mequetrefe mala cama, contigo más nunca.”
  • Esperar que el hombre tome la iniciativa en todos los aspectos del cortejo, pero al mismo tiempo denominarse progresistas, inteligentes y con derechos.
  • Clasificar artificial y estúpidamente a los hombres en amigos, amigos con “derecho”, comprometidos, novios, esposos, y así sucesivamente; delimitando con una rigidez ridícula y sin fundamento el papel que cada uno debe cumplir con ella, y forzando la espontaneidad natural que las personas tienen en sus interacciones.
  • Hablar de problemas sentimentales, amorosos o inútiles con el hombre, durante horas, para luego decirle “gracias, te quiero mucho”; midiendo la naturaleza del hombre desde la misma perspectiva femenina, y por ende, olvidando una justa y masculina compensación por los servicios.
  • Hablar de Osho, Chopra, Coelho o Arjona, contestar en la sección de citas favoritas cosas como: “en la playa, caminando a la luz de la luna”, pensar que las películas de Disney y la cultura Barbie pueden ser realidad; pensar que las divinidades o el universo son genios de los deseos; y esperar, ante todo esto, que el hombre inteligente le tenga respeto.
  • Pensar que “todos los hombres son iguales” y al mismo tiempo elegir cuidadosamente con quien involucrarse.
  • Reprimirse ante el “qué dirán”, ante el “deber ser” y sublimarse en la “moralidad y buenas costumbres”, y al mismo tiempo exigir “hombres con experiencia, interesantes y con malicia.”
  • Decir estupideces magnas sin fundamento como “mientras más conozco a los hombres, más quiero a mi perro”, evidenciando su incompleta capacidad para no moralizar humanamente los eventos y seres naturales no humanos.
  • Demás vejaciones, torturas y crímenes de lesa humanidad producto de la ignorancia y falta de sentido crítico femenino; o producto de cualquier idealización, irrealidad, aprehensión falaz femenina, ilusión y sueños que, por ser tales, son imposibles de llevar a cabo en la práctica y condenan al hombre a una conducta innatural, sin fundamento y miserable.

Se proclama, con anuencia universal, que todo macho, varón y guerrero se opone contundentemente a esta ola de crímenes contra-natura, que adversan el espontáneo cauce de los géneros y que alienan la realidad supeditándola a las ilusiones irracionales femeninas, fecundas en temor e ignominia. Por tanto, fundado en razonamientos avalados por la lógica, por la experiencia empírica y por el repetido devenir de la historia, se postulan, irreversiblemente, los siguientes estatutos como la Declaración Universal de los Derechos Viriles del Hombre, los cuales se consignan a continuación:

1) El hombre tendrá el derecho y el deber de actuar conforme a lo que su naturaleza biológica le dicte, independientemente de todas las pretensiones e idealizaciones románticas y moralistas que no estén fundadas en el espontáneo devenir de los apareamientos.

2) El hombre tendrá el derecho de colgar las llamadas, ignorar los mensajes y dejar con la palabra en la boca a cualquier fémina que, después de fastidiarlo y quitarle su valioso tiempo con problemas y comentarios inútiles, no honre el servicio del varón a la manera que el varón destine.

3) La siguiente tabla regulará las recompensas justas que ameritan los caballeros en función del tiempo de amistad que le hayan proveído a una fémina en particular:

Años de amistad

Compensación

De 0 a 1

Topless o foto en hilo

De 1 a 2

Un baile erótico sin tocar

De 2 a 3

Dejarse meter mano

De 3 a 4

Una pajita

De 4 a 5

Una rusa (boobies o butt)

De 5 a 6

Un pete

De 6 a 7

Un buen pete grabado en video

De 7 a 8

Sexo rapidito

De 8 a 9

Sexo normal estándar

De 9 a 10

Sexo medieval

De 10 en adelante.

Sexo medieval con ella y otra amiga

4) La compensación respectiva se repetirá cada vez que la fémina fastidie al hombre con problemas insulsos, amorosos o inútiles.

5) El hombre podrá colocar en el escarnio y mofa pública a toda fémina que tenga pretensiones intelectuales basándose en las incongruencias de Arjona, Coelho, Osho y Chopra, así como todas aquellas que se tomen en serio el horóscopo y las predicciones.

6) El hombre tendrá el derecho de execrar a toda fémina fanática de la serie Crepúsculo, de Disney, del estilo de vida Barbie o que profiera las siguientes imbecilidades: “todo pasa por algo”, “el tiempo de Dios es perfecto”, “el universo conspira a tu favor”, “de que vuelan, vuelan”, “los sueños se hacen realidad”, “mientras más conozco a los hombres, más quiero a los animales”.

7) El hombre se reserva el derecho de tener amigas, así como también es de su libre elección ser buen amigo solamente y ya. Sin embargo, la fémina quedará igualmente en deuda, y cuando el varón lo requiera, deberá ser justamente recompensado por los servicios pasados.

8) El hombre, independientemente de si hay compensación o no, tendrá el derecho de decirle a la fémina fastidiosa: “¿Por qué no piensas un momento?”, “¿Cuándo es que vas a crecer? Vamos tarde…” o simplemente “Tu si jodes mujer”.

9) El hombre debe honrar a la mujer distinta, digna, noble, aristócrata, estética, independiente, inteligente, intrépida, divertida, inmoral, profunda, interesante, creativa, virtuosa, segura, libre y ajena de todo dogma, “deber ser” y “qué dirán”. A ellas, la admiración y un profundo respeto.


Expuestos así los estatutos fundamentales de la presente declaración, léanse, entiéndanse y ejecútense, a los tres días del mes de mayo de dos mil once, o fecha de la liberación masculina.






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