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parte de la fe como medio de certificar la existencia de los dioses, algunos filósofos y pensadores se han dado a la tarea de demostrarla también por medio de la razón y desde su perspectiva como creyentes. En esta oportunidad no es una demostración, sino más bien un argumento utilitario, lo que se plantea publicar a continuación.
Blaise Pascal fue un físico, matemático, filósofo y teólogo que en 1670 ideó la siguiente argumentación, en afán de mostrar cómo es más ventajoso ser un creyente que un no creyente. En su libro “Pensamientos” explica que:
“Usted tiene dos cosas que perder: la verdad y el bien, y dos cosas que comprometer: su razón y su voluntad, su conocimiento y su bienaventuranza; y su naturaleza posee dos cosas de las que debe huir: el error y la miseria. Su razón no está más dañada, eligiendo la una o la otra, puesto que es necesario elegir. He aquí un punto vacío. ¿Pero su bienaventuranza? Vamos a pesar la ganancia y la pérdida, eligiendo cruz (de cara o cruz) para el hecho de que Dios existe. Estimemos estos dos casos: si usted gana, usted gana todo; si usted pierde, usted no pierde nada. Apueste usted que Él existe, sin titubear.”
Buscando un sentido más pragmático, la misma argumentación puede resumirse y esquematizarse de la siguiente manera:
• Puedes creer en Dios; si existe, entonces irás al cielo.
• Puedes creer en Dios; si no existe, entonces no ganarás nada.
• Puedes no creer en Dios; si no existe, entonces tampoco ganarás nada.
• Puedes no creer en Dios; si existe, entonces no irás al cielo.
Esta argumentación es popularmente conocida como “La apuesta de Pascal”. También es muy conocida su invalidez, pues ha sido harto refutada. No es la intención de las líneas presentes publicar dicha refutación, la cual es accesible en un gran número de publicaciones anteriores. Sólo digamos que haciendo una justa tasación de las palabras de Pascal, el filósofo Mario Bunge ha dicho al respecto que la misma es “a la vez científicamente falsa, filosóficamente confusa, moralmente dudosa y teológicamente blasfema”.
Es factible, en retaliación a Pascal y por medio de su estilo utilitarista, plantear una nueva propuesta para los creyentes. La denomino, no sin salpicarla con algo de sátira, como “La apuesta de Suniaga”. Luego, también esquematizando las ideas, se tiene:
• Puedes no creer en Dios. Si no existe, estarás en lo correcto.
• Puedes no creer en Dios. Si Dios existe, pero no tiene un Plan Divino para su creación, no tendría entonces necesidad de establecerse como un ente rector y juez de actos morales al final de nuestras vidas. Ante un universo (filosóficamente) contingente, no regulado, no planificado; nada en específico, en rigor, tendría razón de ser esperado. En este caso, bien se puede creer o no creer en Dios, sin ninguna ventaja que beneficie alguna de las dos decisiones.
• Puedes no creer en Dios. Si Dios existe, no tiene un Plan Divino, más sí acontece que es un juez de los asuntos morales humanos al final de nuestras vidas, entonces este dios es uno creador y juez. En toda la magnificencia esperada de un ente como tal, una perfecta justicia y moral que emane de Dios no podría de ninguna manera remitir castigos o recompensas eternas a cambio de una vida finita, ni cometer la injusticia de reprender a sus creaciones habiendo sido de Su deseo el que tuvieran serias imperfecciones, ni mucho menos evaluar negativamente el uso de una razón escrupulosa al someterle a una legítima duda en honor a la verdad. En este caso, se podría asegurar que el no creer es más ventajoso, pues implica ante Dios una honestidad de alta valía, congruente con el uso de la razón y de un espíritu amante de las verdades profundas.
• Puedes no creer en Dios. Si Dios existe y tiene un Plan Divino, no existe ninguna responsabilidad en los actos de los seres humanos, pues todo evento ya está predeterminado en Su intención. Esto incluye el negarle o someterle a duda: también estaría dentro del plan.
Finalmente se debe agregar que en cualquier otro caso, diferentes características de un dios nos llevarían a la inevitable conclusión de que es in extremis similar a los seres humanos, y se tendría que concluir que dicho ente no es más que una magnificación de las más imperfectas pasiones y temores. Si Dios existe y resulta de tal manera, al ser tan parecido a nosotros, nos coloca entonces en una posición en la que debemos reflexionar si nos subvaloramos como seres humanos o si hemos sobrevalorado a Dios en cuanto a dios.
Blaise Pascal fue un físico, matemático, filósofo y teólogo que en 1670 ideó la siguiente argumentación, en afán de mostrar cómo es más ventajoso ser un creyente que un no creyente. En su libro “Pensamientos” explica que:
“Usted tiene dos cosas que perder: la verdad y el bien, y dos cosas que comprometer: su razón y su voluntad, su conocimiento y su bienaventuranza; y su naturaleza posee dos cosas de las que debe huir: el error y la miseria. Su razón no está más dañada, eligiendo la una o la otra, puesto que es necesario elegir. He aquí un punto vacío. ¿Pero su bienaventuranza? Vamos a pesar la ganancia y la pérdida, eligiendo cruz (de cara o cruz) para el hecho de que Dios existe. Estimemos estos dos casos: si usted gana, usted gana todo; si usted pierde, usted no pierde nada. Apueste usted que Él existe, sin titubear.”
Buscando un sentido más pragmático, la misma argumentación puede resumirse y esquematizarse de la siguiente manera:
• Puedes creer en Dios; si existe, entonces irás al cielo.
• Puedes creer en Dios; si no existe, entonces no ganarás nada.
• Puedes no creer en Dios; si no existe, entonces tampoco ganarás nada.
• Puedes no creer en Dios; si existe, entonces no irás al cielo.
Esta argumentación es popularmente conocida como “La apuesta de Pascal”. También es muy conocida su invalidez, pues ha sido harto refutada. No es la intención de las líneas presentes publicar dicha refutación, la cual es accesible en un gran número de publicaciones anteriores. Sólo digamos que haciendo una justa tasación de las palabras de Pascal, el filósofo Mario Bunge ha dicho al respecto que la misma es “a la vez científicamente falsa, filosóficamente confusa, moralmente dudosa y teológicamente blasfema”.
Es factible, en retaliación a Pascal y por medio de su estilo utilitarista, plantear una nueva propuesta para los creyentes. La denomino, no sin salpicarla con algo de sátira, como “La apuesta de Suniaga”. Luego, también esquematizando las ideas, se tiene:
• Puedes no creer en Dios. Si no existe, estarás en lo correcto.
• Puedes no creer en Dios. Si Dios existe, pero no tiene un Plan Divino para su creación, no tendría entonces necesidad de establecerse como un ente rector y juez de actos morales al final de nuestras vidas. Ante un universo (filosóficamente) contingente, no regulado, no planificado; nada en específico, en rigor, tendría razón de ser esperado. En este caso, bien se puede creer o no creer en Dios, sin ninguna ventaja que beneficie alguna de las dos decisiones.
• Puedes no creer en Dios. Si Dios existe, no tiene un Plan Divino, más sí acontece que es un juez de los asuntos morales humanos al final de nuestras vidas, entonces este dios es uno creador y juez. En toda la magnificencia esperada de un ente como tal, una perfecta justicia y moral que emane de Dios no podría de ninguna manera remitir castigos o recompensas eternas a cambio de una vida finita, ni cometer la injusticia de reprender a sus creaciones habiendo sido de Su deseo el que tuvieran serias imperfecciones, ni mucho menos evaluar negativamente el uso de una razón escrupulosa al someterle a una legítima duda en honor a la verdad. En este caso, se podría asegurar que el no creer es más ventajoso, pues implica ante Dios una honestidad de alta valía, congruente con el uso de la razón y de un espíritu amante de las verdades profundas.
• Puedes no creer en Dios. Si Dios existe y tiene un Plan Divino, no existe ninguna responsabilidad en los actos de los seres humanos, pues todo evento ya está predeterminado en Su intención. Esto incluye el negarle o someterle a duda: también estaría dentro del plan.
Finalmente se debe agregar que en cualquier otro caso, diferentes características de un dios nos llevarían a la inevitable conclusión de que es in extremis similar a los seres humanos, y se tendría que concluir que dicho ente no es más que una magnificación de las más imperfectas pasiones y temores. Si Dios existe y resulta de tal manera, al ser tan parecido a nosotros, nos coloca entonces en una posición en la que debemos reflexionar si nos subvaloramos como seres humanos o si hemos sobrevalorado a Dios en cuanto a dios.
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COMO DESARROLLAR INTELIGENCIA ESPIRITUAL
ResponderEliminarEN LA CONDUCCION DIARIA
Cada señalización luminosa es un acto de conciencia
Ejemplo:
Ceder el paso a un peatón.
Ceder el paso a un vehículo en su incorporación.
Poner un intermitente
Cada vez que cedes el paso a un peatón
o persona en la conducción estas haciendo un acto de conciencia.
Imagina los que te pierdes en cada trayecto del día.
Trabaja tu inteligencia para desarrollar conciencia.
Atentamente:
Joaquin Gorreta 55 años