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n un ensayo anterior se analizó la perspectiva de la intervención divina en la vida diaria en una metodología que partía desde el autor del milagro (típicamente asociado con Dios) hasta la realidad material del mundo humano. En esta oportunidad se invertirá la metodología para partir entonces de nuestra realidad a una conclusión que nos arroje las características del posible autor del milagro, presuponiendo como principio, y como ejercicio imaginativo, claro está, que los milagros existan.
Para la presente tarea será importante recurrir a dos definiciones: la definición de milagro y la definición de Dios desde la perspectiva ortodoxa y más frecuente.
Milagro: Evento aislado que ocurre en un particular de forma beneficiosa, de poca probabilidad y sin explicación suficiente, atribuible a una divinidad o ente metafísico.
Dios: Ente metafísico máximo, creador de todo lo existente, al cual se le atribuye las capacidades de omnipotencia, omnisciencia, omnibenevolencia y perfección.
Con lo anterior listo, procedamos a evaluar las implicaciones de los milagros. A continuación enumeraré sólo tres. Pudiesen existir algunas otras, pero para las conclusiones de este análisis sólo bastará con la validez de una sola de ellas. Ofrezco estas tres pues se me revelan de forma bastante explícita una vez comenzados los razonamientos. Helas acá:
1) El milagro implica que alguna divinidad o ente metafísico manifieste su voluntad en querer modificar el curso de los eventos para beneficio de algún particular. Esta “manifestación de voluntad” traducida en ese querer modificar la realidad implica no sólo un cambio de ésta última, sino también un cambio en la postura de la divinidad misma. Existe un antes y un después del milagro, en donde en ese antes la divinidad no habría intervenido y en el después ya lo habría hecho. Por lo tanto durante el milagro hay un movimiento, un cambio o una variación en la divinidad para llevarlo a cabo. El cambio en la divinidad implica que la misma no es inmutable. Si la divinidad no es inmutable, significa que en efecto puede cambiar en alguna circunstancia, de manera ascendente o descendente, para mejor o para peor, en virtud o en vicio, de alguna manera o de otra. En pocas palabras, la inmutabilidad implica incorruptibilidad, y esta divinidad no poseería tales atributos.
La consecuencia de ello es la imperfección del ente metafísico. Una divinidad que hace milagros no es inmutable, ni incorruptible: ergo no es perfecta.
2) El milagro, tal y como se ha definido, beneficia a algún particular. Esto significa que el curso natural de los eventos es modificado, y si se quiere, supeditado, para esa ocasión tan especial (que es el milagro). Toda la realidad, en vista de su evidente interconexión de todo con un todo, se redefine, pues, en función del acto milagroso. No solo podría ocurrir que todo confabula por voluntad del ente místico para que el milagro ocurra, sino que al ocurrir, lo que antes tendría que pasar de forma natural ya no ocurre, sino que es modificado para convertirse en otro futuro.
Muy bien, esto tiene dos consecuencias simultáneas. La primera de ellas es que el beneficiario del milagro poseerá una fortuna o ventaja sobre los que no son beneficiarios. La segunda consecuencia es que, bajo la alteración del mundo, ante esa interrupción de lo que iba a suceder por lo nuevo que ahora ocurre luego del milagro, algo en la realidad debe perjudicarse necesariamente en algún momento a causa de esta modificación de los eventos. O dicho de otra forma, el milagro tendrá necesariamente algunas consecuencias negativas en su entorno, en virtud del mundo holístico e interconectado en el que vivimos, a través de las causas y los efectos.
Es fácil observar entonces que tanto el beneficio parcial del particular como el mal ocasionado por la alteración de los eventos implican una carencia de igualdad ante los sucesos de la vida. Luego es legítimo denominar como injusto al autor del milagro.
3) Si la realidad es modificable por un ente metafísico, significa que no es perfecta. Si fuera perfecta, cualquier cambio en ella tendría como consecuencia su imperfección, en vista de que la perfección involucra un único y máximo estado de refinamiento. Por otro lado, si la realidad era imperfecta y la intervención divina, por medio de un cambio, la convierte en perfecta, el mundo, antes de ese cambio, tendría que ser, obviamente, imperfecto.
Sea lo uno o lo otro, si el mundo o la realidad es imperfecta, y si se presume ésta como la creación de un Creador, entonces dicho Creador es imperfecto. Se debe analizar esta situación con cautela y claridad.
Un Creador perfecto, necesariamente, da origen a creaciones perfectas, pues de la misma manera en que el color blanco no puede ser artífice de lo oscuro, un ente perfecto no podría emanar de sí, de forma natural, algo imperfecto. Por lo tanto, si la realidad o el mundo es imperfecto, su Creador, en caso de haber tal, ha de ser imperfecto también. No obstante esa es una de las alternativas.
La otra alternativa es que el Creador siendo perfecto (y aquí tendría que presumirse que sea todopoderoso,Dios no hace milagros. lamentablemente sin demostración) haya sido capaz de crear un mundo imperfecto, tal cual como se ha hecho patente que lo es. Si el mundo y la realidad son imperfectos, todo lo que contienen también corresponde a dicha categoría. Como se ha presupuesto que el Creador de esta clase de mundo o realidad es perfecto, si es además un ente moral, ha de ser moral en perfecto grado.
Si la realidad fue diseñada imperfecta (o susceptible de imperfección) adrede, significa que todo lo que ella engloba, en cuanto a valores morales se refiere, es (o será) imperfecto y siempre corruptible; y no solo eso, sino que también así fue concebida en un principio por su Creador. La maldad, sinónimo de lo corrupto en los ámbitos de la ética, muy bien calza en esta clase de mundo, pero contradice, empero, a un Creador que se ufane de ser perfectamente moral, o por lo menos perfectamente bondadoso.
De tal manera se tiene que si el mundo es imperfecto a propósito, un hipotético Creador suyo no podría ser omnibenevolente, pues toda imperfección, en términos morales, implica maldad, y esta maldad tendría que estar asociada necesariamente a la esencia y planes iniciales del Creador.
En resumen y hasta ahora, se podría concluir lo siguiente:
• Si se cree en un milagro, y se presupone que la realización del mismo haya sido directa o indirectamente concebida por alguna divinidad metafísica, la misma necesariamente ha de ser de carácter mutable o cambiante, corruptible, imperfecta e injusta.
• Si se cree en un milagro, y se presupone que la realización del mismo haya sido directa o indirectamente concebida por Dios (bajo una definición ortodoxa de éste), dicho ente metafísico ha de ser de carácter mutable o cambiante, corruptible, injusto; y además, o bien imperfecto, o bien no omnibenevolente. Es decir, no sería Dios el realizador del milagro.
Como se ve, los milagros no pueden ser una manifestación de Dios. En el mejor de los casos, si se insiste en la creencia de los mismos y en su origen divino, han de ser entonces oriundos de alguna otra divinidad o ente superior. Este asunto deriva en una inevitable diatriba, desde el punto de vista del creyente. Si se cree en los milagros, hay que colocar el sistema de creencias particular sobre la mesa y evaluarlo, en vista de las serias repercusiones que tales eventos especiales implican.
En otro orden de ideas, la omnipotencia de Dios podría lucir como un argumento suficiente para explicar todo el desbarajuste lógico que los milagros y la definición de Dios entretejen. No obstante, el tema de la omnipotencia es uno muy amplio, y se tratará en un breve futuro. Adelanto que más que cuestionarse el hecho de la omnipotencia absoluta de los dioses, más genuino será preguntarse hasta qué punto es posible conciliar la omnipotencia divina con el más básico uso de la razón.
Muchos saludos.
Para la presente tarea será importante recurrir a dos definiciones: la definición de milagro y la definición de Dios desde la perspectiva ortodoxa y más frecuente.
Milagro: Evento aislado que ocurre en un particular de forma beneficiosa, de poca probabilidad y sin explicación suficiente, atribuible a una divinidad o ente metafísico.
Dios: Ente metafísico máximo, creador de todo lo existente, al cual se le atribuye las capacidades de omnipotencia, omnisciencia, omnibenevolencia y perfección.
Con lo anterior listo, procedamos a evaluar las implicaciones de los milagros. A continuación enumeraré sólo tres. Pudiesen existir algunas otras, pero para las conclusiones de este análisis sólo bastará con la validez de una sola de ellas. Ofrezco estas tres pues se me revelan de forma bastante explícita una vez comenzados los razonamientos. Helas acá:
1) El milagro implica que alguna divinidad o ente metafísico manifieste su voluntad en querer modificar el curso de los eventos para beneficio de algún particular. Esta “manifestación de voluntad” traducida en ese querer modificar la realidad implica no sólo un cambio de ésta última, sino también un cambio en la postura de la divinidad misma. Existe un antes y un después del milagro, en donde en ese antes la divinidad no habría intervenido y en el después ya lo habría hecho. Por lo tanto durante el milagro hay un movimiento, un cambio o una variación en la divinidad para llevarlo a cabo. El cambio en la divinidad implica que la misma no es inmutable. Si la divinidad no es inmutable, significa que en efecto puede cambiar en alguna circunstancia, de manera ascendente o descendente, para mejor o para peor, en virtud o en vicio, de alguna manera o de otra. En pocas palabras, la inmutabilidad implica incorruptibilidad, y esta divinidad no poseería tales atributos.
La consecuencia de ello es la imperfección del ente metafísico. Una divinidad que hace milagros no es inmutable, ni incorruptible: ergo no es perfecta.
2) El milagro, tal y como se ha definido, beneficia a algún particular. Esto significa que el curso natural de los eventos es modificado, y si se quiere, supeditado, para esa ocasión tan especial (que es el milagro). Toda la realidad, en vista de su evidente interconexión de todo con un todo, se redefine, pues, en función del acto milagroso. No solo podría ocurrir que todo confabula por voluntad del ente místico para que el milagro ocurra, sino que al ocurrir, lo que antes tendría que pasar de forma natural ya no ocurre, sino que es modificado para convertirse en otro futuro.
Muy bien, esto tiene dos consecuencias simultáneas. La primera de ellas es que el beneficiario del milagro poseerá una fortuna o ventaja sobre los que no son beneficiarios. La segunda consecuencia es que, bajo la alteración del mundo, ante esa interrupción de lo que iba a suceder por lo nuevo que ahora ocurre luego del milagro, algo en la realidad debe perjudicarse necesariamente en algún momento a causa de esta modificación de los eventos. O dicho de otra forma, el milagro tendrá necesariamente algunas consecuencias negativas en su entorno, en virtud del mundo holístico e interconectado en el que vivimos, a través de las causas y los efectos.
Es fácil observar entonces que tanto el beneficio parcial del particular como el mal ocasionado por la alteración de los eventos implican una carencia de igualdad ante los sucesos de la vida. Luego es legítimo denominar como injusto al autor del milagro.
3) Si la realidad es modificable por un ente metafísico, significa que no es perfecta. Si fuera perfecta, cualquier cambio en ella tendría como consecuencia su imperfección, en vista de que la perfección involucra un único y máximo estado de refinamiento. Por otro lado, si la realidad era imperfecta y la intervención divina, por medio de un cambio, la convierte en perfecta, el mundo, antes de ese cambio, tendría que ser, obviamente, imperfecto.
Sea lo uno o lo otro, si el mundo o la realidad es imperfecta, y si se presume ésta como la creación de un Creador, entonces dicho Creador es imperfecto. Se debe analizar esta situación con cautela y claridad.
Un Creador perfecto, necesariamente, da origen a creaciones perfectas, pues de la misma manera en que el color blanco no puede ser artífice de lo oscuro, un ente perfecto no podría emanar de sí, de forma natural, algo imperfecto. Por lo tanto, si la realidad o el mundo es imperfecto, su Creador, en caso de haber tal, ha de ser imperfecto también. No obstante esa es una de las alternativas.
La otra alternativa es que el Creador siendo perfecto (y aquí tendría que presumirse que sea todopoderoso,Dios no hace milagros. lamentablemente sin demostración) haya sido capaz de crear un mundo imperfecto, tal cual como se ha hecho patente que lo es. Si el mundo y la realidad son imperfectos, todo lo que contienen también corresponde a dicha categoría. Como se ha presupuesto que el Creador de esta clase de mundo o realidad es perfecto, si es además un ente moral, ha de ser moral en perfecto grado.
Si la realidad fue diseñada imperfecta (o susceptible de imperfección) adrede, significa que todo lo que ella engloba, en cuanto a valores morales se refiere, es (o será) imperfecto y siempre corruptible; y no solo eso, sino que también así fue concebida en un principio por su Creador. La maldad, sinónimo de lo corrupto en los ámbitos de la ética, muy bien calza en esta clase de mundo, pero contradice, empero, a un Creador que se ufane de ser perfectamente moral, o por lo menos perfectamente bondadoso.
De tal manera se tiene que si el mundo es imperfecto a propósito, un hipotético Creador suyo no podría ser omnibenevolente, pues toda imperfección, en términos morales, implica maldad, y esta maldad tendría que estar asociada necesariamente a la esencia y planes iniciales del Creador.
En resumen y hasta ahora, se podría concluir lo siguiente:
• Si se cree en un milagro, y se presupone que la realización del mismo haya sido directa o indirectamente concebida por alguna divinidad metafísica, la misma necesariamente ha de ser de carácter mutable o cambiante, corruptible, imperfecta e injusta.
• Si se cree en un milagro, y se presupone que la realización del mismo haya sido directa o indirectamente concebida por Dios (bajo una definición ortodoxa de éste), dicho ente metafísico ha de ser de carácter mutable o cambiante, corruptible, injusto; y además, o bien imperfecto, o bien no omnibenevolente. Es decir, no sería Dios el realizador del milagro.
Como se ve, los milagros no pueden ser una manifestación de Dios. En el mejor de los casos, si se insiste en la creencia de los mismos y en su origen divino, han de ser entonces oriundos de alguna otra divinidad o ente superior. Este asunto deriva en una inevitable diatriba, desde el punto de vista del creyente. Si se cree en los milagros, hay que colocar el sistema de creencias particular sobre la mesa y evaluarlo, en vista de las serias repercusiones que tales eventos especiales implican.
En otro orden de ideas, la omnipotencia de Dios podría lucir como un argumento suficiente para explicar todo el desbarajuste lógico que los milagros y la definición de Dios entretejen. No obstante, el tema de la omnipotencia es uno muy amplio, y se tratará en un breve futuro. Adelanto que más que cuestionarse el hecho de la omnipotencia absoluta de los dioses, más genuino será preguntarse hasta qué punto es posible conciliar la omnipotencia divina con el más básico uso de la razón.
Muchos saludos.
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Hola, Corvo! Recien ahora descubro tu blog (via "Ateismo para cristianos")! Y por lo que estuve leyendo es atrapante...hasta el diseño me parece un golazo. Me veras seguido por aca. Un abrazo!
ResponderEliminar¡Muchas gracias Diego! Por favor, siéntete a gusto de leer y comentar libremente. Saludos.
ResponderEliminar¿me podias esplicar la palabra DIOS?
ResponderEliminarSaludos Pepe. Como hay tantas concepciones de lo que Dios significa, es complicado que te lo defina. No obstante, al principio de este artículo, hay una definición ortodoxa de Dios.
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