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ntre la fecunda obra concebida en la madurez de Platón, “La República” es uno de aquellos escritos que deberían ostentar alguna posición no solo en filosofía sino también en los ámbitos estéticos. Es difícil no elevarse, como si de una literatura hecha arte se tratase, al deambular por las líneas escritas por Aristocles (Platón), y casi comulgar con la idea de la existencia un bien inmanente y absoluto, de donde el cual provenimos y hacia el cual deberíamos dirigirnos.
Mucho de la belleza, de la verdadera belleza, se encuentra impregnada en los textos de esa otrora Grecia de oro, y la herramienta que usa Platón en este libro para elevar al lector es la dialéctica; la cual a su vez constituía un arte sublime para acometer las conversaciones y razonamientos por aquel entonces. Sócrates, a través de un Platón ventrílocuo, hace un uso excelso de dicho arte, y hace ver lo basto, tosco y lleno de bruzas que pueden ser las comunicaciones y el arte de la palabra en tiempos actuales.
“La República” es un tratado compuesto de 10 libros, a lo largo de los cuales la idea principal es la justicia. Sócrates, como custodio de tal virtud, se ve acorralado por algunos de sus más elocuentes amigos, defensores de las (aparentes) ventajas que obtiene la gente cuando se obra injustamente; e inquirido a explicar el porqué de su “romántica” posición, argumenta lenta y didácticamente el porqué la justicia y la idea del bien es la mejor opción en esta vida y en la próxima. Sorprendente es cómo en este devenir, Sócrates parte de lo más simple en el hombre, es decir, de sus necesidades más básicas como el hambre y la seguridad, para terminar en una majestuosa república concebida (a sus ojos) perfectamente.
En ese elocuente trayecto se nos intenta demostrar, no sin estar exento de mucha ingenuidad pero con mucho de verdad también, que una sociedad perfecta es aquella que resulta de la extrapolación de los hombres perfectos que la componen. Dividiendo en términos rasos, si se quiere, a los ciudadanos en artesanos y obreros, guerreros y filósofos, una perfecta república debe ser la manifestación de las tres partes fundamentales de cada persona, a saber las pasiones, la templanza y la razón. Es sencillo adivinar que así como es beneficioso guiar la conducta por medio de la razón, será beneficioso, en esta república platónica, que el Estado esté guiado por filósofos.
El contenido es rico en diversidad de argumentos que mantienen una lectura activa, de mitosLa república perfecta es la extrapolación de un hombre dominado por la razón. y fábulas explicativas, de referencias, lisonjeos y críticas a Homero, de modelajes pitagóricos, de la sempiterna idea metafísica de Platón del paralelo mundo de las ideas, y por supuesto, como ya se ha mencionado, de mucha belleza oratoria. Extractos famosos de este gran libro son el Mito de la Caverna, la Fábula de Er (que explicita la cosmogonía griega en la metafísica), y el increíble cálculo matemático de cuán alejado se puede estar de la verdad, que establece, por cierto, que un tirano está 729 veces más distante del bien verdadero que un monarca filósofo.
Encomiendo su lectura como obligatoria en todas las aulas de clase. Este tipo de libros ennoblece el alma, aún prescindiendo de la inocente idea de la inmanencia del bien. No es una fe, sino la razón, la que guía, aunque a veces de forma especulativa, todo el hilo argumentativo de la obra. No solamente deriva en un buen sabor ante el paladar de lectores diestros en el oficio del pensar, sino que en ojos actuales, en medio del panorama que ahora nos embarga, “La República” en particular sería de alto provecho, en son de abrir el entendimiento ante los gobiernos democráticos (eufemismo de primitivos), elevando la conciencia mucho más allá de los fundamentalismos demócratas, y dándole su justa medida a estas concepciones políticas atrasadas y tan solo mejores, si acaso, que las tiranías y dictaduras.
Muchos saludos
Mucho de la belleza, de la verdadera belleza, se encuentra impregnada en los textos de esa otrora Grecia de oro, y la herramienta que usa Platón en este libro para elevar al lector es la dialéctica; la cual a su vez constituía un arte sublime para acometer las conversaciones y razonamientos por aquel entonces. Sócrates, a través de un Platón ventrílocuo, hace un uso excelso de dicho arte, y hace ver lo basto, tosco y lleno de bruzas que pueden ser las comunicaciones y el arte de la palabra en tiempos actuales.
“La República” es un tratado compuesto de 10 libros, a lo largo de los cuales la idea principal es la justicia. Sócrates, como custodio de tal virtud, se ve acorralado por algunos de sus más elocuentes amigos, defensores de las (aparentes) ventajas que obtiene la gente cuando se obra injustamente; e inquirido a explicar el porqué de su “romántica” posición, argumenta lenta y didácticamente el porqué la justicia y la idea del bien es la mejor opción en esta vida y en la próxima. Sorprendente es cómo en este devenir, Sócrates parte de lo más simple en el hombre, es decir, de sus necesidades más básicas como el hambre y la seguridad, para terminar en una majestuosa república concebida (a sus ojos) perfectamente.
En ese elocuente trayecto se nos intenta demostrar, no sin estar exento de mucha ingenuidad pero con mucho de verdad también, que una sociedad perfecta es aquella que resulta de la extrapolación de los hombres perfectos que la componen. Dividiendo en términos rasos, si se quiere, a los ciudadanos en artesanos y obreros, guerreros y filósofos, una perfecta república debe ser la manifestación de las tres partes fundamentales de cada persona, a saber las pasiones, la templanza y la razón. Es sencillo adivinar que así como es beneficioso guiar la conducta por medio de la razón, será beneficioso, en esta república platónica, que el Estado esté guiado por filósofos.
El contenido es rico en diversidad de argumentos que mantienen una lectura activa, de mitosLa república perfecta es la extrapolación de un hombre dominado por la razón. y fábulas explicativas, de referencias, lisonjeos y críticas a Homero, de modelajes pitagóricos, de la sempiterna idea metafísica de Platón del paralelo mundo de las ideas, y por supuesto, como ya se ha mencionado, de mucha belleza oratoria. Extractos famosos de este gran libro son el Mito de la Caverna, la Fábula de Er (que explicita la cosmogonía griega en la metafísica), y el increíble cálculo matemático de cuán alejado se puede estar de la verdad, que establece, por cierto, que un tirano está 729 veces más distante del bien verdadero que un monarca filósofo.
Encomiendo su lectura como obligatoria en todas las aulas de clase. Este tipo de libros ennoblece el alma, aún prescindiendo de la inocente idea de la inmanencia del bien. No es una fe, sino la razón, la que guía, aunque a veces de forma especulativa, todo el hilo argumentativo de la obra. No solamente deriva en un buen sabor ante el paladar de lectores diestros en el oficio del pensar, sino que en ojos actuales, en medio del panorama que ahora nos embarga, “La República” en particular sería de alto provecho, en son de abrir el entendimiento ante los gobiernos democráticos (eufemismo de primitivos), elevando la conciencia mucho más allá de los fundamentalismos demócratas, y dándole su justa medida a estas concepciones políticas atrasadas y tan solo mejores, si acaso, que las tiranías y dictaduras.
Muchos saludos
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