domingo, 11 de septiembre de 2011

JOSÉ GREGORIO Y EL EXTRAÑO ARTEFACTO MÓVIL ARROLLADOR


Respecto a la muerte, a título personal, son varias las ideas que bien pudiera barajar inspirándome en ella. Uno morirá eventualmente, y tal vez sea sano ir considerándola como una certeza que puede llegar sorpresivamente. Con el tiempo, cuando la aceptamos como una amiga (de hecho, una de las mejoras amigas de la vida), ya no causa tanto temor recrear el fallecimiento de uno mismo. Puede que incluso se convierta en nuestra musa, en algunas circunstancias.

Pero persiste un pequeño pavor en mi persona, que no depende ya de la patente mortalidad de todo lo que vive, ni de la extinción definitiva del “yo” (que según las creencias de cada quien, puede este “yo” ser, incluso, uno post mortem). No. El temor del cual todavía no me zafo es el del cómo. ¿Cómo moriré? –me pregunto en ocasiones. Y aunque podría aceptar con entereza una muerte dolorosa, no podría hacer lo propio, empero, con una muerte absurda.

¿A qué denomino una muerte absurda? A, más precisamente, lo que se estila como una muerte ridícula: morirse si nos caemos en la ducha, si nos atragantamos con la comida, si nos resbalamos con excremento de paloma, si nos ahorcamos sin querer con una bufanda atorada, si nos da un infarto haciendo la pirueta sexual del “canguro apocalíptico”, si morimos en una colisión en la autopista por enseñar el trasero por la ventanilla mientras hacemos de chofer...

Uno pudiera tener una vida heroica, intachable, ser un guía legendario destinado a la inmortalidad. De generación en generación cantarían nuestro nombre y recitarían los momentos épicos de nuestra existencia. Eso hasta que, después de toda una vida de lucha y respeto bien conseguido, te dispones a bajar al gato de una mata del jardín, te caes y te fracturas el pescuezo con la ponchera de la tortuga. Que nadie se olvide, por ejemplo, de la muerte sin honor del gran Vito Corleone;  ¡que más vale que lo hubieran matado bajo esa lluvia de disparos del atentado, hombre! Afortunadamente, y en contraste con Don Vito, hay varios ejemplos de vidas y muertes honorables, que son las que persigo:

Photobucket

En esta línea de pensamientos, imaginen por breves instantes que están en la Venezuela de un incipiente siglo XX, en 1919 para ser exactos. Juan Vicente Gómez apenas tenía 9 años como dictadorcillo, el país era mucho más rural que el de ahora (¡imagínense!), la población estaba diezmada después de poco más de cien años de guerra, y se podría decir que los hombres no abundaban mucho por la misma razón.

Con ese contexto, José Gregorio Hernández iba caminando por la calle tranquilamente, pensando en quién sabe qué (aunque el vulgo le atribuya la más pura de las elucubraciones), cuando de repente, ¡pum! ¡Lo arrolló un Ford-T modelo de 1918, nuevo de paquete! Debo aclarar rápidamente, sin embargo, que lo de “de repente” no es más que un recurso narrativo, porque, si nos volcamos al análisis de los hechos, el impacto tuvo que haber sido precedido por un tiempo bastante considerable como para poder hacer efectivo un esquive del vehículo.

En efecto, José Gregorio, mientras caminaba por las calzadas de La Pastora, tuvo, en primer lugar, que haber sido alertado por un curioso ruido no muy frecuente. Como es de suponer bajo el manto del sentido común, los automóviles no eran muy conocidos en aquellos días y de seguro cualquiera de ellos llamaba mucho la atención, cuadras a la redonda -y con lo esnobista que ha sido el venezolano siempre, ni hablar.

Si estas no tan extravagantes conjeturas, según mi opinión, son ciertas, el Ford T se acercaba con chirridos rechinantes y temblorosos, y a la velocidad vertiginosa y alucinante de 30 kilómetros por hora…, según lo que se encuentra documentado por testigos del suceso. Sí, todo un peligro. Pero por si fuera poco, si la siempre notoria curiosidad de los transeúntes cercanos no hizo mayor mella en la atención del buen doctor, y si las pulsiones cíclicas de un cachivache con ruedas y Parkinson tampoco fueron dignas de alerta, no se justifica que el protagonista de este accidente haya tenido la posibilidad de ver el automóvil y darse el tupé de exclamar “¡Vírgen Santísima!” en vez de agilizar el paso.

Así es señores, el automóvil se avecinaba con su escándalo vibratorio de piezas flojas, y José, en vez de librarse del peligro con un salto ágil, se queda ahí, lelo, hipnotizado, viéndolo acercarse e invocando a la Vírgen de la impresión. ¿No te digo yo? Hay una película de Austin Powers en donde, estoy convencido de ello, una de sus escenas está inspirada en el arrollamiento de José Gregorio: 



Pero la historia no termina allí, es peor. Después de que el doctor, a causa del impacto, saliera despedido cual muñeco de trapo, es menester recordar la tercera Ley de Newton, que para los no entendidos reza así:  

*Isaac Newton es igualito a Christopher Lambert.
"A toda acción siempre ocurre una reacción idéntica en sentido contrario. Que destaque esta conclusión como ley física y no como justificativo para karmas, o para presuntuosas y farsantes leyes de un universo que cumple deseos humanos."


A lo que voy con esto, es que el topetazo que José Gregorio recibió fue exactamente igual al que recibió el auto. Ahora bien, esos autos de antes no eran como los de ahora, que por razones de seguridad son de carrocería deformable, para que sea ella la que absorba el choque en vez del piloto. No. Los autos de antes tenían carrocería de hierro y acero, y eran tan amigables ante los choques como lo es el guantazo de un boxeador recibido en la quijada.

José Gregorio salió bombeado, es verdad, pero dificulto que el Ford T y su chofer salieran ilesos del accidente. Dada la rigidez del sistema, la energía del impacto fue transmitida muy seguramente, y casi sin pérdidas, al conductor, que sin ningún tipo de protección moderna (cinturón de seguridad, airbags, ergonomía avanzada, carrocería deformable) con certeza le clavó la boca al volante y cuyo sombrero aún debe estar buscándose como reliquia del suceso.

¿Y cómo habrá quedado el coche? Pues probablemente con el radiador hecho trizas, cosa que es más dolorosa cuando recordamos que los vehículos eran entonces una novedad y que los repuestos tenían que traerse del extranjero (y con la cortesía de los barcos a vapor). A ese precio, era mejor comprarse varios burros y montar una línea de transporte.

Para el cenit de los colmos, el infortunado, arruinado y desdentado chofer obedecía al nombre de Fernando Bustamante Morales, quien iba a ser, antes del siniestro, nada más y nada menos que compadre del mismísimo José Gregorio. ¡Sería su compadre! Resulta ser que el buen doctor había tratado con éxito a la madre y hermana de Fernando, y pues, tal parece que habían fraguado amistad y confianza suficiente como para pactar ser familia de alguna manera. Bueno, sí así son los amigos agradecidos, José, ¿qué os puedo decir?

Así, pues, es como ilustro uno de mis pavores: a través de la tragedia del Dr. Hernández. Una vida pulcra (desde el punto de vista católico) terminada en una tragicomedia digna de guión de novela. Como diría mi amigo Once-Once: “Leonardo Padrón, tírate un paso”

En lo que a mi respecta, invoco al Ánima de Taguapire para que mi fin coincida bajo las ardientes llamas del aliento de un dragón, bajo una lluvia de flechas envenenadas que transformen el día en noche mientras silban en su parábola, o quizás simplemente rodeado de conejitas Playboy en la mansión de Hugh. Las cosas hay que terminarlas bien.

Cordiales saludos. No olviden que son soberanos de su vida y de su muerte. Cuidado con la ponchera de la tortuga.

6 comentarios:

  1. Jajaja! Qué bueno tu artículo! Te invito a que busques en Youtube: "1000 maneras de morir", es un programa norteamericano que a veces lo transmiten aquí en España, trata de muertes absurdas, inverosímiles. También le añaden explicaciones científicas y opiniones de expertos acerca de cómo murió la persona. Si la de José Gregorio Hernández te pareció absurda, con esto fliparás jajaja! Un abrazo! Te dejo un par de enlaces, de los que más me han impresionado, me cuesta creer que esto sea cierto:

    http://www.youtube.com/watch?v=B7RXdgulKjQ

    http://www.youtube.com/watch?NR=1&v=8YarNw2DPWM


    Key

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  2. Buenas tardes, Corvo Mécanique.

    Acabo de descubrir su blog, e inmediatamente lo he puesto en mi lista de favoritos, para no perderme futuras entradas y para, con más tiempo, volver por las antiguas.

    Respecto a su "dramatización", y a riesgo de meter la pata porque mi física está un tanto oxidada (tras décadas de inactividad), creo que, aunque la fuerza del impacto es igual y contraria, el efecto de tal fuerza es muy diferente en el cuerpo de un despistado médico rezandero de, digamos, 80 kg y en un armatoste tecnológico, de, supongamos, 800 (con todo y conductor). Creo recordar que hay ley de conservación de la cantidad de movimiento, según la cual lo ganado por el doctor es igual a lo perdido por el carro, y, si las proporciones de masas son más o menos correctas, el primero sale disparado mientras el segundo apenas si disminuye un poco su impulso.

    Nuevamente, gracias por su página, y espero seguirla disfrutando.

    DeepField

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  3. Special K: He visto, no sin asombro, los vídeos que me has pasado. Debo cancelar mi fantasía de caerme a almohadazos con alguien hasta que se deshagan las almohadas, ¡jaja!

    Muchas gracias por pasearos por acá y tomarte la molestia de animar los comentarios. Recibe un fuerte abrazo.

    DeepField: Tiene Ud. toda la razón respecto a sus acotaciones físicas. De ninguna manera el efecto será el mismo en ambos cuerpos. Si fuera así, el conductor del famoso Ford-T poco se hubiera enterado del impacto y el auto hubiera quedado destrozado. Que el coche apenas deformara su radiador y que el chófer pegara los dientes del volante, es una forma implícita de hacer saber que no hubo mayor deformación en el vehículo.

    En tres décadas, aún habla con propiedad acerca de la cantidad de movimiento. Lo felicito. Muchas gracias por su comentario.

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  4. ROSARIO A JOSÉ GREGORIO HERNANDEZ CISNEROS
    PARA COMENZAR: Con el rosario ordinario, se dice:
    -El Credo,
    -Un Padre Nuestro y,
    -Un Ave María.

    SEÑOR MÍO JESUCRISTO, Dios y hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío, en quien creo, en quien espero y a quien amo sobre todas las cosas: me pesa de todo mi corazón de haberos ofendido, por ser Vos quien sois, bondad infinita; y también me pesa, porque me podéis castigar con las penas eternas del infierno. Propongo, firmemente nunca más pecar, apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.
    EN LAS CUENTAS GRANDES DE LOS MISTERIOS: “Este rosario lo reza el Padre Eterno, lo reza Jesús de Nazaret, lo reza el Espíritu Santo y lo reza la Santísima Virgen María, para darle más poder al espíritu de José Gregorio Hernández Cisneros, para que haga las sanaciones con sus manos a los enfermos que él toque, queden sanados, la medicina son sus manos, para sanar y queden sanados”.
    EN LAS 10 CUENTAS PEQUEÑAS: “Padre nuestro, que estás en el cielo; santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en tentación, y líbranos del mal. Amén”.
    PARA TERMINAR:
    -Un Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
    -Un Señor mío Jesucristo,
    -Un padre nuestro y
    -Un Ave María.

    BENDICIÓN:
    Que el Señor nos bendiga y nos guarde; que ilumine el Señor su rostro sobre nosotros y nos sea propicio; que el Señor nos muestre su rostro y nos conceda la paz. Y que el Señor nos bendiga a todos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
    “FAMILIA QUE REZA EL ROSARIO UNIDA, PERMANECE UNIDA”
    http://oracioncatolicamorroa.blogspot.com/search/label/JOSE%20GREGORIO%20HERNANDEZ%20CISNERO%20ROSARIO

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  5. Buenas tardes, por error o que Dios así lo quiso entre a su blog y me permito como conocedora de la causa hacerle varias correcciones. Jose Gregorio no muere BOMBEADO por el carro, el muere por un golpe que se da con el filo de la acera al caer. Cuando se percata que viene el carro el le coloca las manos al capo y allí se va hacia atrás y es el impacto contra la acera lo que ocasiona su muerte. Por otro lado el Dr.Fernando Bustamante Morales en ningún momento queda DESDENTADO como usted menciona en su articulo..
    Gracias se despide de usted Marlinda Villamediana BUSTAMANTE

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  6. Un desconocimiento total de cómo fue la muerte del Dr. Hernández mucha antesala para equivocarse totalmente- "No iba tranquilo por ahí lo atropello un carro--- NO FUE UN FORD MODELO T DE 1918 AVERIGÜE ANTES DE REBUZNAR .

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