domingo, 28 de marzo de 2010

KARMA COMO ESPIRITUALIZACIÓN DE LA VENGANZA




El tema de la moral resulta tan interesante que podría escribir cientos de ensayos partiendo de tal concepción humana. Quizás lo que me resulte tan atrayente de estos tópicos de escribir en piedras los cánones de lo bueno y lo malo es el hecho de que toda moral ensucia las verdades. Y este servidor, como amante ciego del conocimiento, siente la profunda aversión hacia todo oscurantismo, incluyendo el moralista.

Como lo he mencionado en ocasiones anteriores, el moralizar la naturaleza es el más terrible y común de los errores. Podría admitir de buena gana que la moral del humano funge de gran utilidad para establecer el orden en las sociedades. De hecho, de eso se trata: es una herramienta humana (abstracta, variada y perecedera) para controlar humanos. Pero lo que no podría tolerar es que se humanice a la naturaleza con palabrejas como “bueno” o “malo”, “amor” u “odio”, entre otros farfulleos no asertivos. Como bien dijo Protágoras, “el hombre es la medida de todas las cosas”, siendo la impronta que deja en lo que le rodea no solo un asqueroso aroma del ego, sino una oda a la estupidez. Si las lagartijas tuvieran conciencia, su diosa sería una lagartija. A eso es a lo que me refiero.

Empecemos el discurso por lo siguiente: ¿qué es la justicia? ¿Y en qué se diferencia ésta de la venganza?

Al establecer un sistema moral en una sociedad, se funda bajo consenso lo que es bueno y lo que es malo. Cuando uno actúa de forma “buena”, en concordancia con la proporcionalidad natural del mundo que nos rodea, se espera que tengamos una recompensa como consecuencia. Esa recompensa podría ser un premio por nuestra conducta, la aceptación armónica de uno por parte de la sociedad, la seguridad en uno mismo, que evitemos un castigo o consigamos la paz (artificial y auto-condicionada) de nuestra conciencia. En pocas palabras, es “justo” que actuando de buena manera recibamos buenos frutos. De otra forma, ¿para qué comportarse bien?

Pero hay que tener un sutil cuidado con la justicia de lo malo, porque aunque pareciera ser análogo al sistema de lo bueno, no lo es. Mientras que el esperar efectos buenos por acciones buenas es algo, desde mi punto de vista, relativamente aprendido, lo malo me salpica el rostro con una naturalidad avasallante. Básicamente, cuando uno actúa de “mala manera” es porque se viola el consenso moral, y basta recordar que este consenso es necesario para armoniosa convivencia de todos. Entonces, cuando se actúa mal, se violenta de alguna forma a otros individuos.

¿Y qué ocurre cuando alguien o algo nos agravia? Inmediatamente, sin racionalizarlo, queremos obrar en retaliación. Queremos vengarnos, y este deseo de venganza, aunque lo espiritualicemos y enmascaremos verbalizando la palabra “justicia”, es sólo eso: el deseo innato de devolver el daño que nos han hecho. Es tan natural este impulso, que hasta en los animales se observa. Dad comida a un perro callejero y es posible que no te siga ni te mueva la cola. Atacadlo y verás como se lanza a morderos.

Queda en evidencia entonces la diferencia entre justicia y venganza. Ambas actúan en base a las causas y los efectos, pero la segunda emana de lo más álgido y brutal de nuestra animalidad.

Sin embargo, a pesar de formular toda una serie de “castigos lícitos” en los sistemas de justicia para penalizar a quien nos agravia, en muchas ocasiones no nos son suficientes para compensar nuestra sed. Muchas veces ni siquiera se puede castigar al agresor que nos irrespeta. Solución: los sistemas de justicia metafísicos.

Cuando se recurre a un sistema metafísico de justicia es porque se anhela que la “justicia divina” compense lo que las leyes de los hombres no pueden llenar. Sí, así de sediento es nuestro instinto y nuestra hambre de venganza (o de justicia para lo malo). El infierno es bien conocido por el mundo occidental como el penal por excelencia de las almas moralmente malas, pero en el mundo oriental, siempre más refinado espiritualmente, se encuentra el sistema del Karma.

El Karma tiene diferencias de acuerdo si se es hinduista o budista, en donde ser parte del primer gremio implica una creencia karnática más metafísica que el segundo. Sin embargo ambos parten del dogma de una moral universal, lo cual pone en evidencia lo artificial de la implementación del karma como su filosofía base. Esto es moralizar la naturaleza.

Bien sea para compensar las venganzas insatisfechas acá en la Tierra o para explicar por qué a veces, desde un punto de vista moral, a las personas buenas les va mal en la vida y viceversa, el Karma es una espiritualización más de nuestra animalidad. O en otras palabras, en un aforismo que se me ocurre, “el perro agraviado muerde, el humano agraviado anhela reencarnaciones justas”

Y como toda metafísica al fin y al cabo, son más las preguntas que deja que las que soluciona. Mi escepticismo nace ya con el hecho de que las creencias karmáticas nacen del basamento de una moral universal. Y como hemos aclarado al principio de este ensayo, toda moral, como herramienta humana, es artificial. Moralizar los eventos es impregnar de humanidad lo que no es humano. Es proyección, como bien dirían los psicólogos.

Por otro lado, ante la posibilidad de reencarnar en animales, y por amor a la dialéctica, se tienen las siguientes inquietudes:

  • ¿Por qué se me castigaría, ante una mala acción, reencarnándome en un animal? ¿Es que ser otro ser vivo es malo, bajo o inferior?

  • Si toda alma reencarna, entonces la cantidad de almas en el universo es constante. Se sugiere entonces que tal es la cantidad de muertes como la cantidad de nacimientos en el universo. En vista de que esto no se cumple en el planeta Tierra, hay que admitir la vida en otros apartados de la galaxia. Que esto quede como corolario de interés para los astrónomos.
  • Si los animales están envueltos en este sistema, ellos tendrían moral también, pues sus almas deberán reencarnar en función de sus comportamientos. Ahora echemos un vistazo a la naturaleza: ¿los animales tiene moral?
  • La utilidad del karma, aparte de ser un sistema de justicia metafísico, sería “evolucionar” la conciencia de los seres para que la misma se vaya refinando ante cada nacimiento. Eventualmente, muy adentro en los epítetos del futuro, todos los seres habrán refinado tanto su mente que ya no existirían “seres inferiores”. O bien esto significa el exterminio de toda vida, o bien significa que de alguna manera volveremos a ser “inferiores” luego de alcanzar el cenit mental-espiritual. En ambos casos, ¿para qué refinarse entonces?
  • Algunas mentes privilegiadas pueden, supuestamente, recordar sus vidas pasadas. Si la finalidad del karma y las reencarnaciones es mejorar moralmente la conciencia, ¿qué sentido tiene que no todos podamos recordar lo que hemos vivido con anterioridad? ¿Cómo aprenderemos entonces?
  • ¿Debo luchar en contra de las injusticias o de la desigualdad de clases aún a sabiendas que esas son consecuencias merecidas de karmas anteriores?

Estimado lector, por ser humano te conviertes en mi hermano. ¿Por qué huyes del mundo? ¿Por qué no colocas el centro de gravedad de la vida en la vida? ¿Por qué no clavas los pies en la tierra y arrastras la arena con el movimiento de sus dedos?. ¿Por qué no eres valiente y amas al mundo tal y como es? ¿Por qué haces metafísica?

Recordad siempre que la moral es creación tuya, no al revés. Esto te incluye, creyente de "El Secreto"...

1 comentario:

  1. Tienes razón, el mundo es esto que vemos todos los días y la vida sólo es vida. Te mueres y punto.
    Saludos, me gusto, tú enfoque practico,

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