viernes, 2 de abril de 2010

"CONFESIONES" DE SAN AGUSTÍN. 2º LIBRO. ANÁLISIS



Como ideas escuetas que resumen el primer libro de “Confesiones”, se puede decir que San Agustín basa su creencia en el concepto de un dios moral y perfectamente bueno (a veces bajo argumentos bastante forzosos y hasta contradictorios), de atribución omnipotente y omnisciente, pero con características muy, pero muy, humanas.

Al mismo tiempo, plantea que el pecado nos precede aún antes de nacer. Se revela además su imponente inquietud ante los misterios de la vida (causa de su conversión al Cristianismo), y el consecuente aferramiento al dogma como camino por el cual transitar, aún cuando no le proporcione todas las respuestas. Esto es, taparse los ojos ante la enceguecedora luz de la duda sistemática y vivir en plenitud con los párpados cerrados.

Siguiendo con el análisis, he aquí los extractos más llamativos, a mi parecer, del segundo libro:

CAPÍTULO II

"¡Oh, quién hubiera regulado aquella mi miseria, y convertido en uso recto las fugaces hermosuras de las criaturas inferiores, y puesto límites a sus suavidades, a fin de que las olas de aquella mi edad rompiesen en la playa conyugal, si es que no podía haber paz en ellas, conteniéndose dentro de los límites de lo matrimonial, como prescribe tu ley, Señor, tú que formas el germen transmisor de nuestra vida mortal y con mano suave puedes templar la dureza de las espinas, que quisiste estuviesen excluidas de tu paraíso! Porque no está lejos de nosotros tu omnipotencia, aun cuando nosotros estemos lejos de ti.

Al menos debiera haber atendido con más diligencia al sonido de tus nubes: Igualmente padecerán las tribulaciones de la carne; mas yo os perdono, y 'Bueno es al hombre no tocar la mujer, y El que está sin mujer piensa en las cosas de Dios y en cómo le ha de agradar; pero el que está ligado con el matrimonio piensa en las cosas del mundo y en cómo ha de agradar a la mujer '. Estas voces son las que yo debiera haber escuchado atentamente, y mútilo por el reino de Dios hubiera suspirado más feliz por tus abrazos."

Este San Agustín no es solamente cristiano, sino católico, porque se observa implícitamente que el precepto del matrimonio ya es considerado una virtud, cuestión que los doctos estarán de acuerdo en afirmar que va más allá de la palabra de Cristo.

Por otro lado, se cita a Co 7, 28, 32s., lo cual me hace preguntar si el mandamiento de multiplicarnos y regarnos por el planeta es más importante que dicho versículo. Se tienen tres posibilidades:

1) O nuestra lógica para entender a Dios es limitada y no se interpreta bien la aparente contradicción entre el mandato del Génesis y el consejo de Corintios, aún cuando el mismo nivel de lógica sea suficiente y utilizable para efectuar los mandatos de acuerdo con el dogma cristiano; lo cual entrañaría una doble moral.

2) O Dios en efecto se contradice en Su palabra, siendo esto a su vez una contradicción ontológica en vista de que Dios es perfecto y no puede incurrir en tal cuestión.

3) O una de las dos opciones no es inspirada por Dios, sino suplantada bajo su apariencia por voluntad humana; lo cual pone en tela de juicio la confianza en la Biblia como libro divino.

Hagan ustedes sus elecciones. Pueden ser varias opciones a la vez.

CAPÍTULO III

"¡Ay de mí! ¿Y me atrevo a decir que callabas cuando me iba alejando de ti? ¿Es verdad que tú callabas entonces conmigo? ¿Y de quién eran, sino de ti, aquellas palabras que por medio de mi madre, tu creyente, cantaste en mis oídos, aunque ninguna de ellas penetró en mi corazón para ponerlas por obra?"

“Tu creyente.” Es curiosa esta expresión, puesto que un dios omnipotente y omnipresente no cree, más sí conoce y tiene certeza de todo. Quizás “peco” por ser muy riguroso, así que tomaré la palabra de Agustín como poética en este caso.

CAPÍTULO V

Todos los cuerpos que son hermosos, como el oro, la plata y todos los demás, tienen, en efecto, su aspecto grato. En el tacto carnal interviene por mucho la congruencia de las partes, y cada uno de los demás sentidos percibe en los cuerpos cierta modalidad propia. También el honor temporal y el poder mandar y dominar tiene su atractivo, de donde nace la avidez de venganza.

Me parece, como mínimo, superflua la conclusión de Agustín respecto al origen de la venganza. Siendo ella la expresión más natural de la retaliación, se observa que hasta en especies animales existe, en cuyo caso frases como “honor temporal” y “poder de mandar y dominar” no tienen sentido.


Además, si no se goza de honor temporal o de poder de mando, ¿se está privado entonces del instinto de venganza? Una cuestión es no poder ejecutarla, otra muy distinta es que no nazca desde lo más profundo de nuestro ser. Si mis premisas son ciertas, San Agustín apenas rozaba los verdaderos abismos del pensamiento humano y de la auto sinceridad. Tal ingenuidad es congruente con el aferramiento ciego a un dogma que no te da todas las repuestas.

Continuará. Saludos.


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