viernes, 23 de julio de 2010

"CONFESIONES" DE SAN AGUSTÍN. 3º LIBRO. ANÁLISIS



C
ontinuamos con el análisis de "Confesiones" de San Agustín de Hipona. De los libros analizados anteriormente se obtuvieron las siguientes conclusiones:


• San agustín cree en un dios moral. De hecho, cree en uno perfectamente bueno (utilizando en ocasiones “argumentos forzados”).
• También ese dios, para él, es omnisciente y omnipotente, aunque posee características típicamente humanas.
• El pecado nos precede antes de nacer, aún en el vientre de nuestra madre.
• Ante las inquietudes irresolubles de la vida, decide aferrarse al dogma cristiano, aún aunque éste no le satisfaga las dudas.
• Considera que el placer carnal debe realizarse dentro del matrimonio. Atribuye esto a la “ley de Dios”.

He aquí las opininiones del libro tercero:

CAPÍTULO I
“2. Así manchaba yo con sórdida concupiscencia la clara fuente de la amistad y nublaba su candor con las tinieblas de la carnalidad. Sabiéndome odioso y deshonesto, trataba en mi vanidad de aparecer educado y elegante. Me despeñé en un tipo de amor en que deseaba ser cautivo. ¡Dios mío, misericordia mía! ¡Con cuántas hieles me amargaste, en tu bondad, aquellas malas suavidades! Porque mi amor fue correspondido y llegué hasta el enlace secreto y voluptuoso y con alegría me dejaba atar por dolorosos vínculos: fui azotado con los hierros candentes de los celos y las sospechas, los temores, las iras y las riñas.”

San Agustín se siente culpable de sus aventuras carnales en la juventud, lo cual deja entrever que ya existía en la época un prejuicio moral negativo hacia las relaciones sexuales. Sobretodo las extramatrimoniales. Una pregunta pertinente sería: ¿Sin ese sacramento matrimonial hubiese existido tal prejuicio?

También considera que Dios le amargó la vida, como causa de Su bondad. Esto es importante, porque pareciera que el dios de San Agustín es también responsable de los sin sabores humanos. La tesis de un sufrimiento existente por ausencia de bondad no sería válida en este orden de ideas. El sufrimiento sería oriundo de Dios, aunque con intenciones benévolas.

CAPÍTULO II
“3. Pero guárdate bien, alma mía, de la inmundicia, guárdate de ella, bajo la tutela de tu Dios, del Dios de nuestros padres, excelso y laudable por todos los siglos (Dn 3, 52). No es que me falte ahora la misericordia; pero en aquellos días gozaba yo con ver en el teatro a los amantes que criminalmente se amaban, aun cuando todo aquello fuera imaginario y escénico. Cuando el uno al otro se perdían me ponía triste la compasión; pero me deleitaba tanto en lo uno como en lo otro. Muy mayor misericordia siento ahora por el que vive contento con el vicio, que no por el que sufre grandes penas por la pérdida de un pernicioso placer y una mentida felicidad. Este tipo de misericordia es de cierto mucho más verdadero, precisamente porque en ella no hay deleite en el dolor. Si es laudable oficio de caridad compadecer al que sufre, un hombre de veras misericordioso preferiría con mucho que no hubiera nada que compadecer. Absurdo sería hablar de una "benevolencia malévola", pero este absurdo sería necesario para que un hombre pudiera al mismo tiempo ser en verdad misericordioso y desear que haya miserables para poderlos compadecer.”

San agustín critica las obras de teatro por ser escenarios trágicos que avivan el deleite del público que los ve. Bien, tiene su derecho de haber tenido sus prejuicios morales al respecto. Sin embargo, finaliza con una interesante conclusión.

Considera una verdadera virtud misericordiosa aquel hombre que preferiría no tener nada de qué compadecerse. ¿Cómo se aplica esto a Dios? Bajo esa premisa, ¿es Dios catalogable de la mejor de las misericordias al permitir, en medio de su omnipotencia, toda clase de sufrimientos en el mundo? Casi inmediatamente Agustín dice: “Absurdo sería hablar de una 'benevolencia malévola'", lo cual lo hace contradecirse cuando veía como misericordiosas las hieles amargas que Dios le procuró en su juventud.

“ 4. Hay pues dolores que se pueden admitir, porque son útiles; pero el dolor en sí no es digno de amor.

Esto es lo que pasa contigo, mi Dios y Señor, que amas las almas de tus hijos con amor más alto y más puro que el nuestro; la tuya es una misericordia incorruptible y, cuando nos compadeces, nuestro dolor no te lastima. ¿Quién en esto como tú?”

Si, según San Agustín, el dolor humano no afecta a Dios de ninguna manera, ¿cómo llamarlo misericordioso? ¿Qué motivaría tal misericordia?

CAPÍTULO III
“2. Aquellos estudios míos, estimados como muy honorables, me encaminaban a las actividades del foro y sus litigios, en los cuales resulta más excelente y alabado el que es más fraudulento. Tanta así es la ceguera humana, que de la ceguera misma se gloría. Yo era ya mayor en la escuela de Retórica. Era soberbio y petulante y tenía la cabeza llena de humo, pero era más moderado que otros, como tú bien lo sabes; porque me mantenía alejado de los abusos que cometían los "eversores" (1), cuyo nombre mismo, siniestro y diabólico era temido como signo de honor. Entre ellos andaba yo con la imprudente vergüenza de no ser como ellos. Entre ellos andaba y me complacía en su amistad, aun cuando su comportamiento me era aborrecible, ya que persistentemente atormentaban la timidez de los recién llegados a la escuela con burlas gratuitas y pesadas en que ellos hallaban su propia alegría. Nada tan semejante a esto como las acciones de los demonios y, por eso, nada tan apropiado como llamarlos "eversores", derribadores. Burlados y pervertidos primero ellos mismos por el engaño y la falsa seducción de los espíritus invisibles, pasaban luego a burlarse y a engañar a los demás.”

De nuevo aquí se ven los prejuicios morales del autor, pero más importante aún, se observa el nivel de conservadurismo de los mismos. Critica (y con razón) la actitud de los eversores (estudiantes antiguos de la institución de retórica, que fastidiaban a los novatos). Sin embargo, no sólo los castiga duramente con las palabras, olvidando casi que se trata de eventuales inmadureces de jóvenes, sino que también hasta atribuye dicha conducta a la obra de malévolos espíritus invisibles.

Por cierto, si antes Agustín ya había aclarado que el sufrimiento humano era obra del misericordioso Dios benevolente, ¿entonces qué cabida tienen estos demonios invisibles? No está claro.

CAPÍTULO IV
“3. Bien sabes tú, luz de mi corazón, que en esos tiempos no conocía yo aún esas palabras apostólicas, pero me atraía la exhortación del Hortensius a no seguir esta secta o la otra, sino la sabiduría misma, cualquiera que ella fuese. Esta sabiduría tenía yo que amar, buscar y conseguir y el libro me exhortaba a abrazarme a ella con todas mis fuerzas. Yo estaba enardecido. Lo único que me faltaba en medio de tanta fragancia era el nombre de Cristo, que en él no aparecía. Pues tu misericordia hizo que el nombre de tu Hijo, mi Salvador, lo bebiera yo con la leche materna y lo tuviera siempre en muy alto lugar; razón por la cual una literatura que lo ignora, por verídica y pulida que pudiera ser, no lograba apoderarse de mí.”

Al leer “Hortensio” de Cicerón, Agustín sintió una nueva motivación en su vida: el amor a la filosofía. Sin embargo, y aunque reconoce que el libro le exhortaba a profundizar en la filosofía misma, en el saber mismo, decidió apegarse al dogma cristiano eventualmente. ¿Por qué, si saber y creer son cuestiones de diferente naturaleza? Ninguna filosofía exhorta al dogma.

CAPÍTULO V, CAPÍTULO VI
(Hablan de las incursiones de San Agustín por las doctrinas maniqueas. Confiesa haberse equivocado y confundido por falsas verdades. Nada que sobrepase lo anecdótico).

CAPÍTULO VII
“1. Desconocía yo entonces la existencia de una realidad absoluta y, estimulado por una especie de aguijón, me fui a situar entre aquellos impostores que me preguntaban en qué consiste el mal, si Dios tiene forma corporal, cabellos y uñas, si pueden tenerse por justos los hombres que tienen muchas mujeres y matan a otros hombres y sacrifican animales. Dada mi ignorancia, estas cuestiones me perturbaban; pues no sabía yo entonces que el mal no es sino una privación de bien y se degrada hasta lo que no tiene ser ninguno. ¿Y cómo podía yo entender esto si mis ojos no veían sino los cuerpos y mi mente estaba llena de fantasmas?

Totalmente ignoraba yo que Dios es un ser espiritual; que no tiene masa ni dimensiones ni miembros. La masa de un cuerpo es menor en cualquiera de sus partes que en su totalidad y aun cuando se pensara en una masa infinita, ninguna de sus partes situadas en el espacio igualaría su infinidad y, así, un ser cuanto que no es espiritual como Dios, no puede estar totalmente en todas partes.

Ignoraba también qué es lo que hay en nosotros por lo cual tenemos alguna semejanza con Dios, pues fuimos creados, como dice la Escritura, a su imagen y semejanza.”

La importancia de este texto alude a que se pueden extraer con más claridad las características del dios de San Agustín. Atribuye éste una completa espiritualidad incorpórea a Dios (evidentemente sin pruebas). La razón por la cual pareciera hacerlo es porque dicha divinidad necesita, según la lógica agustiniana, carecer de masa para poder ser omnipresente.

Asimismo, Agustín afirmaba que existe una realidad absoluta, postura respetable que sin embargo estaría incompleta si no se admite los relativismos de nuestros sentidos para con esa realidad.

Lo peligroso entonces de la parcialidad aclaratoria de la postura agustiniana es que es susceptible de fundamentalismos. Al ser una realidad única y absoluta la existente, y situarla como independiente de los relativismos individuales, es la Verdad única y absoluta, la Moral única y absoluta, la Perspectiva de la vida única y absoluta. Las consecuencias de tal ordenamiento de las ideas es la semilla de todo dogma: la madre de las intolerancias y las ofuscaciones mentales.

“3. ¿Se dirá acaso que la justicia es algo que cambia? No. Pero sí lo son los tiempos sobre los que ella preside, que no por nada se llaman "tiempos". Los hombres, cuya vida sobre la tierra es tan breve, no pueden comprender bien las causas que entraban en juego en siglos pasados y en la vida de pueblos diferentes; no están en condiciones, entonces, de comparar lo que no conocieron con lo que sí conocen. En una misma casa y en un mismo tiempo, fácilmente pueden ver que no todo conviene a todos; que hay cosas congruentes o no, según los momentos, los lugares y las personas. Pero este discernimiento no lo tienen para las cosas del pasado. Se ofenden con ellas, mientras todo lo propio lo aprueban. Esto no lo sabía yo entonces, ni lo tomaba en consideración. Las cosas me daban en los ojos, pero no las podía ver. Y sin embargo entendía yo bien que al componer un canto no me era lícito poner cualquier pie en cualquier lugar, sino que conforme al metro que usara, así debía ser la colocación de los pies, éste aquí y éste allá. La prosodia que regía mis composiciones era siempre la misma; no una en una parte del verso y otra en otra, sino un sistema que todo lo regulaba.

Y con esto, no pensaba yo en que tu justicia, a la cual han servido los hombres justos y santos, tenía que ser algo todavía más excelente y sublime, en que todo se encierra: las cosas que Dios mandó para que nunca variaran y otras que distribuía por los tiempos, no todo junto, sino según lo apropiado a cada uno. Y en mi ceguera reprendía a aquellos piadosos patriarcas que no solamente se acomodaron a lo que en su tiempo les mandaba o inspiraba Dios sino que bajo divina revelación preanunciaron lo que iba a venir.”

Párrafo bastante revelador. San Agustín explica nada más y nada menos que el relativismo moral. Está de acuerdo con la idea de que en cada “tiempo” (o época) lo que era considerado bueno o malo era distinto en otro contexto. Aún así, en un forzado absolutismo, defiende que la justicia es una sola.

Ahora bien, ¿cómo puede ejercerse una justicia absoluta ante morales relativas? Una justicia absoluta, de existir, debe sustentarse en principios buenos y malos absolutos también.

Agustín parece percatarse de la paradoja que inventó y creyó remediarla diciendo que Dios emanaba cuestiones absolutas y cuestiones relativas simultáneamente, cosa que tiende a hacer engorrosa la dilucidación de las verdades. Ya establece a priori que Dios existe, luego que es el dios de las Escrituras, luego que es un dios moral, luego que es un dios que ejerce justicia y luego que esa justicia es absoluta, pero que también sirve para sopesar morales relativas. Estamos ante una evidente pirámide de cartas, en donde cada nivel es de frágil sustento.

Un análisis final a estas publicaciones demostrará las contradicciones encontradas en “Confesiones”, entre ellas, las de éste capítulo.

CAPÍTULO VIII
"1. …De manera semejante, las torpezas que van contra naturam, como las de los sodomitas, han de ser siempre aborrecidas y castigadas. Y aun cuando todos los pueblos se comportaran como ellos, la universalidad del delito no los justificaría; serían todos ellos reos de la misma culpa ante el juicio de Dios, que no creó a los hombres para que de tal modo se comportaran. Se arruina y se destruye la sociedad, el trato que con Dios debemos tener cuando por la perversidad de la concupiscencia se mancilla esa naturaleza cuyo autor es él mismo.”

Actualmente está demostrado que la sodomía no es contra naturam. De hecho, en un sentido estricto, ¿qué cosa puede ser contra naturam si todos estamos embebidos en la naturaleza?

“Pero cuando se trata de costumbres humanas los delitos han de evitarse conforme a la diversidad de esas costumbres; de manera que ningún ciudadano o extranjero viole según el propio antojo lo que la ciudad ha pactado con otros pueblos o que está en vigor con la firmeza de la ley o de la costumbre. Siempre es algo indecoroso la no adecuación de una parte con el todo a que pertenece.

Pero cuando Dios manda algo que no va con la costumbre o con los pactos establecidos hay que hacerlo, aunque nunca antes se haya hecho; hay que instituirlo aunque la institución sea del todo nueva. Pues si un rey puede en su ciudad mandar algo no antes mandado por los anteriores reyes ni por él mismo, la obediencia al nuevo mandamiento no va contra la estructura de la ciudad; es algo universalmente admitido que los ciudadanos han de obedecer a sus reyes. ¡Con cuánta mayor razón se debe a Dios, rey de todas las criaturas, una obediencia firme y sin vacilaciones! Pues así como en las sociedades humanas la potestad mayor se impone ante las potestades menores, así también toda humana potestad debe subordinarse al mandar de Dios..“

Se sugiere mesura en la conducta y costumbres cuando una sociedad tenga otras costumbres bien definidas y diferentes. No obstante, cuando el mandato es divino, de poco vale tal prudencia. Como dice Agustín, todo lo humano debe someterse a Dios.

Es lamentable que esa sea precisamente la postura de todas las religiones. ¿Cuál dios está en lo correcto y por qué? ¿Por la fe de unos ha de ser mejor que la de otros?

“3. Pero, ¿qué malicia puede haber en ti, incorruptible como eres? ¿o qué crimen te puede dañar, siendo como eres inaccesible al mal?

Con todo, tú castigas lo que los hombres se hacen entre ellos de malo; porque cuando pecan contra ti se perjudican ellos mismos. La iniquidad se miente a sí misma (Sal 26, 12), cuando corrompe y pervierte la naturaleza que tú creaste y ordenaste, o usando sin moderación de las cosas permitidas, o ardiendo en deseos de lo no permitido en un uso contra naturam (Rm 1,26), o se hacen los hombres reos de rebeldía contra ti en su ánimo y en sus palabras, dando patadas contra el aguijón (Hch 9,5); o, finalmente, cuando en su audacia rompen los lazos y traspasan los límites de la sociedad humana y se gozan en privados conciliábulos o en privados despojos, al azar de sus gustos y resentimientos.

4. Todo esto sucede cuando los hombres te abandonan a ti, que eres la fuente de la vida, el verdadero creador y gobernador del universo; cuando la soberbia personal ama una parte del todo haciendo de ella un falso todo.”

Aquí se confirma lo que en puntos anteriores se debatía y dejaba dudas. La maldad, desde el punto de vista agustino, es la ausencia de la bondad del Dios judeo cristiano. Ahora bien, todo el sufrimiento o castigo experimentado por los humanos es, o un alejamiento del camino divino (en cuyo caso nosotros seríamos responsables de nuestros propios males), o una intervención divina para que recobremos el sentido, sin que esto último signifique, por supuesto, que Dios sea malo.

Lo anteriormente dicho intenta darle coherencia a las palabras de San Agustín, cuestión que en ocasiones se complica. Que bien valga un análisis entonces:

Como ya lo había expresado, San Agustín creía en que todos llevamos con nosotros, mucho antes de nacer, el pecado. Este pecado fue el heredado por Adán y Eva por desobedecer a Dios, ente infinitamente bueno y misericordioso. Acorde con la mitología judeo-cristiana, Adán y Eva SÓLO pudieron conocer el bien y el mal una vez hubieron probado el fruto del Árbol del Conocimiento. Antes de ello es sensato suponer que se encontraban en un estado de inocencia pura. En este orden de ideas, Adán y Eva fueron castigados erróneamente, lo cual contradice la infinita benevolencia y perfección de Dios.

Ahora bien, desde otro punto de vista, supongamos que efectivamente estuvo mal desobedecer a Dios (aún sin probar el fruto prohibido). ¿De dónde vino ese mal? De la Serpiente del Edén, la encarnación de Luzbel, el ángel caído. ¿Y dónde vino Luzbel, y todas sus capacidades? De Dios. La pregunta clave aquí sería entonces ¿Puede de un Dios infinitamente bueno brotar de su esencia maldad o capacidad para la maldad? Evidentemente no.

Aún siendo el demonio malvado por ausencia de la bondad de Dios, su capacidad para disentir erróneamente le fue conferida por Dios (su creador), ente que en teoría es perfectamente bueno. Por otro lado, si Dios es omnisciente, tuvo que haber sabido TODO lo que pasaría en el futuro posterior a su creación, incluyendo las maldades que ocurrirían.

Entonces, toda maldad existente o capacidad para ella contradice la perfecta bondad de Dios, puesto que es Él el creador de todas las cosas. Más aún, si Dios es omnisciente, está al tanto entonces de que a partir de Él todo lo que se aleje del “verdadero camino” pierde su bondad. Siendo esto así, y habiendo creado al universo de todas formas, Dios le da anuencia a la maldad. Ya lo había intuido Soren Kierkegaard: “Con el mundo, Dios se ha contradicho a sí mismo”.

CAPÍTULO IX
(Agustín se recrimina algunas supersticiones maniqueas en las que creyó).

CAPÍTULO X
“1. Pero tú, Señor, hiciste sentir tu mano desde lo alto y libraste mi alma de aquella negra humareda porque mi madre, tu sierva fiel, lloró por mí más de lo que suelen todas las madres llorar los funerales corpóreos de sus hijos. Ella lloraba por mi muerte espiritual con la fe que tú le habías dado y tú escuchaste su clamor. La oíste cuando ella con sus lágrimas regaba la tierra ante tus ojos; ella oraba por mí en todas partes y tú oíste su plegaria. Pues, ¿de dónde sino de ti le vino aquel sueño consolador en que me vio vivir con ella, comer con ella a la misma mesa, cosa que ella no había querido por el horror que le causaban mis blasfemos errores? Se vio de pie en una regla de madera y que a ella sumida en la tristeza, se llegaba un joven alegre y espléndido que le sonreía. No por saberlo sino para enseñarla, le preguntó el joven por la causa de su tristeza y ella respondió que lloraba por mi perdición. Le mandó entonces que se tranquilizara, que pusiera atención y que viera cómo en donde ella estaba, también estaba yo. Miró ella entonces y, junto a sí, me vio de pie en la misma regla. ¿De dónde esto, Señor, sino porque tu oído estaba en su corazón?”

¿Quién no ha soñado alguna vez con lo que más desea? ¿Merece esos sueños interpretación metafísica?

CAPÍTULO XI
(Comenta el sufrimiento de su madre respecto a su conducta).


El análisis continuará en próximas entregas.





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3 comentarios:

  1. Los caminos del Padre, son inescrutables.
    No intentéis prejuzgarlo con vuestras vagas y peligrosas vacilaciones o seréis anatema ante Él.

    Salut!

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  2. Ay! de todos vosotros, perros de tribulación de la Nueva Era, no quedaréis ni tan siquiera uno, hijos de mala madre satánicos.
    Pereceréis. esto es: Gobiernos, multinacionales, instituciones, sectas, grupos de poder financiero, banca,...

    Ay! CERDOS. Qué será de vosotros....

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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