domingo, 25 de julio de 2010

"SUMA TEOLÓGICA". PRIMERA VÍA



U
no de los trabajos más importantes para el mundo de la teología es la Suma Teológica, concebida y escrita por Santo Tomás de Aquino. En ella, entre otros puntos importantes, el autor explica y parece demostrar por medio de cinco caminos distintos la existencia de Dios. En efecto, dicha demostración, bastión principal de todo creyente, se le conoce como “Las Cinco Vías de Tomás de Aquino.”

Siendo estos argumentos de una importancia trascendental para cualquier ser humano, me he tomado la inquietud de leerlos y analizarlos, a fin de profundizar en ellos y opinar al respecto. A continuación la Primera Vía:

“La primera y más clara es la que se deduce del movimiento. Pues es cierto, y lo perciben los sentidos, que en este mundo hay movimiento. Y todo lo que se mueve es movido por otro. De hecho nada se mueve a no ser que en cuanto potencia esté orientado a aquello para lo que se mueve. Por su parte, quien mueve está en acto. Pues mover no es más que pasar de la potencia al acto. La potencia no puede pasar a acto más que por quien está en acto. Ejemplo: el fuego, en acto caliente, hace que la madera, en potencia caliente, pase a caliente en acto. De este modo la mueve y cambia. Pero no es posible que una cosa sea lo mismo simultáneamente en potencia y en acto; sólo lo puede ser respecto a algo distinto. Ejemplo: Lo que es caliente en acto, no puede ser al mismo tiempo caliente en potencia, pero sí puede ser en potencia frío. Igualmente, es imposible que algo mueva y sea movido al mismo tiempo, o que se mueva a sí mismo. Todo lo que se mueve necesita ser movido por otro. Pero si lo que es movido por otro se mueve, necesita ser movido por otro, y éste por otro. Este proceder no se puede llevar indefinidamente, porque no se llegaría al primero que mueve, y así no habría motor alguno pues los motores intermedios no mueven más que por ser movidos por el primer motor. Ejemplo: Un bastón no mueve nada si no es movido por la mano. Por lo tanto, es necesario llegar a aquel primer motor al que nadie mueve. En éste, todos reconocen a Dios”.

Según el contexto, se entiende “acto” como acción, “potencia” como capacidad o intención de acción y “movimiento” como cambio.

Analicemos la siguiente frase: “Y todo lo que se mueve es movido por otro”. Acorde a lo observado en la naturaleza, es sensato afirmar tal cuestión. No obstante, más adelante Santo Tomás de Aquino expresa que “la potencia no puede pasar a acto más que por quien está en acto”, lo cual quiere decir básicamente que el tránsito entre la intención de ejecutar una acción y la acción misma sólo puede “brotar” del ente que ejecuta la acción.

Ahora bien, analizando en detalle, lo que transcurre entre la intención y la acción es un puente que une ambas situaciones. Ese puente, si nos fiamos de los sentidos (como dice Tomás de Aquino), aunque sea infinitamente pequeño, no ha de ser una nada. Empero, ese puente o esa unión, sea lo que sea, existe para que “intención de acción” y “acción” puedan estar relacionados.

Bien, si esta premisa es cierta, y si ese puente relacionador en efecto existe, constituye entonces en sí mismo un factor de cambio, o en palabras de Tomás de Aquino, “movimiento”. En efecto es un cambio porque por medio de él la “potencia” pasa a la “acción”. Puesto que “la potencia no puede pasar a acto más por quien está en acto”, ese cambio o movimiento emana de lo interior del ente; sería un cambio promovido por el ente mismo.

Luego, estamos ante una contradicción de los razonamientos de Aquino, pues si “todo lo que se mueve es movido por otro”, ¿cómo un movimiento puede ser oriundo del ente mismo? Tenemos las siguientes alternativas:

• O nuestros sentidos nos fallan, y no siempre lo movido necesita de un motor externo (argumento que muy bien pudiera ser utilizado para refutar la idea de la Primera Vía de Aquino).
• O los conceptos como “potencia”, “puente”, “acto” y “movimiento” están mal planteados o mal entendidos.

Para elegir entre una u otra, o incluso para determinar si las dos pudieran coexistir, sería necesaria una revisión rigurosa de los constructos mentales que nos permiten aprehender la realidad (de existir una realidad absoluta e independiente), y por otro lado sería menester atender con rigurosidad los conceptos que utiliza Aquino para explicar las causas y sus efectos. Por lo pronto, la Primera Vía, opino, no se encuentra del todo bien fundada.

Independientemente de lo anterior, surgen nuevas perspectivas e interrogantes que permiten continuar el análisis de este argumento.

Percibo, aunque justifico, una aversión hacia lo que contradiga el funcionamiento de las causas y los efectos. ¿Pero será cierto que así funciona la naturaleza? Hume demostró que existe un problema con el asunto de la causalidad. Expresaba que entre una causa y un efecto no existe una condición necesaria y suficiente para que el segundo suceda al primero. Lo máximo que se podría afirmar al respecto es que entre causa y efecto hay una correlación, pues cuando sucede lo uno parece suceder lo otro. No así una vinculación directa.

Una repercusión importante de este paradigma es que si aún en términos lógicos la existencia de Dios fuera comprobable, nada indica que los axiomas de los cuales se parten para llegar a tal conclusión sean los verdaderos, pues son nuestros sentidos humanos la base de todo y es nuestra mente la que une imaginariamente las causas con los efectos.

Por otro lado, existe un prejuicio cognitivo en cuanto a la linealidad de los eventos, así como en el establecimiento del origen de las causas. Presuponemos, por lo que nos relata la experiencia del día a día, que los eventos se desarrollan en una especie de “efecto dominó”, en donde las causas ocasionan efectos que a su vez se vuelven las causas de otros efectos, y así sucesivamente. Nada nos impide pensar, sin embargo, que así como una multiplicidad de causas ocurren, en ocasiones, en un solo efecto, exista también una multiplicidad de causas a nivel meta-teórico que sean el origen de todo lo que es. Es decir, que esas causas varias sean inmanentes a sí mismas, pero que sean unas independientes de otras, necesarias todas para la creación del universo.

Un ejemplo de lo anterior sería imaginar que Dios, en vez de crear el universo a partir de un único punto, lo haya creado a partir de dos o tres (pueden ser arbitrariamente varios). Esos puntos serían independientes uno del otro, irreductibles y necesarios para la creación.

Por supuesto, eso sería una variación del argumento de la causa primera, en donde un motor primero increado haya creado todo lo demás.

Otro enfoque sería suprimir el prejuicio de la causa (o las causas) primera(s) e imaginar sin ningún inconveniente que es completamente factible que pueda existir una infinitud de causas hacia el pasado. Esto es, no hay inicio.

En la Antigua Grecia se pensaba que de hecho el universo era, que es y que será. Por ello admiraban tanto al círculo como figura geométrica, porque, entre otras cosas, no tenía ni principio ni fin. Y es que, ¿por qué no imaginar un tiempo circular? O como pensaba Nietzsche (así como la cultura hindú): ¿por qué no suponer que el tiempo es infinitamente pasado e infinitamente futuro, en cuyo caso, todo lo que es ya ha sido y será de nuevo?

Muy válida parecería la pregunta: ¿Y cómo fue creado entonces un tiempo circular?. Pero responderla sería caer de nuevo en el argumento de la primera causa. Por lo tanto, parece ser una pregunta improcedente (como preguntarse el sentido de LA vida, por ejemplo).

Finalizando, pero no menos importante, queda una cuestión que analizar. Los argumentos del tipo “causa primera”, para cerrar el lazo infinito hacia el pasado, recurren forzosamente al hecho de suponer un motor que todo lo crea, pero que es increado.

Un ente de naturaleza increada, es decir, un ente auto-concebido o espontáneo, ha de ser, por más metafísico que sea, necesaria y diametralmente opuesto a lo que sí es concebido. Esta oposición de extremo a extremo es debida simplemente a la definición de lo que significa “creado”. En pocas palabras, lo increado y lo creado es de naturaleza completamente distinta.

Bien, podemos estar de acuerdo en eso, y hasta podríamos convenir, a nivel metafísico, que ambos tipos de entes existen. No obstante, habría un grave problema al establecer un vínculo entre un conjunto y otro. Sería una intriga mucho más grande incluso que la de la causa primera, pues, ¿cómo es factible que algo tan distinto de lo creado como lo es lo increado tenga un puente que los una? Eso sería como extraer fuego del agua.

Más aún, se asegura que hay una jerarquía entre “increado” y “creado”, siendo lo primero el causante de los segundo. ¿Por qué? ¿A qué obedece tal suposición?

Concluyendo, y respecto a la Primera Vía de Santo Tomás de Aquino, se tiene el siguiente panorama:

• Los argumentos de Aquino, o son contradictorios o no son lo suficientemente rigurosos.
• Existen prejuicios en cuanto a la unión de causas y efectos.
• Existen prejuicios en cuanto a los argumentos que explican las causas primeras.
• Existe una contradicción al establecer lo increado como lo creador.

Seguiremos con los demás argumentos de Aquino en las próximas entregas.




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