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anto Tomás de Aquino fue consagrado con su libro Suma Teológica como uno de los teólogos más profundos y como un defensor de la razón aún en los ámbitos de la fe. En esta entrega, de forma similar con las anteriores, se analizará su argumento de la Tercera Vía:
“La tercera es la que se deduce a partir de lo posible y de lo necesario. Y dice: Encontramos que las cosas pueden existir o no existir, pues pueden ser producidas o destruidas, y consecuentemente es posible que existan o que no existan. Es imposible que las cosas sometidas a tal posibilidad existan siempre, pues lo que lleva en sí mismo la posibilidad de no existir, en un tiempo no existió. Si, pues, todas las cosas llevan en sí mismas la posibilidad de no existir, hubo un tiempo en que nada existió. Pero si esto es verdad, tampoco ahora existiría nada, puesto que lo que no existe no empieza a existir más que por algo que ya existe. Si, pues, nada existía, es imposible que algo empezara a existir; en consecuencia, nada existiría; y esto es absolutamente falso. Luego no todos los seres son sólo posibilidad; sino que es preciso algún ser necesario. Todo ser necesario encuentra su necesidad en otro, o no la tiene. Por otra parte, no es posible que en los seres necesarios se busque la causa de su necesidad llevando este proceder indefinidamente, como quedó probado al tratar las causas eficientes (núm. 2). Por lo tanto, es preciso admitir algo que sea absolutamente necesario, cuya causa de su necesidad no esté en otro, sino que él sea causa de la necesidad de los demás. Todos le dicen Dios”.
Tomás de Aquino comienza su argumentación así: “Encontramos que las cosas pueden existir o no existir, pues pueden ser producidas o destruidas, y consecuentemente es posible que existan o que no existan.”. Se entiende que todo lo que existe, por haber sido “creado” o producido posee inmanentemente la capacidad de existir y de no existir, pues también, así como ha sido creado o producido, puede ser destruido. ¿Puede algo, con base a nuestros sentidos, ser creado y nunca destruido? Tomando la prudencia pertinente, por ahora y con base a nuestros sentidos, no. ¿Y podría algo que es destruido nunca haber sido creado? Lógicamente no. Hasta ahora, entonces, concuerdo con Tomás de Aquino.
Ahora bien, es menester recalcar que palabras como “creado” o “destruido” son cápsulas del lenguaje que pretenden asir parte de la realidad y transportarla de esa manera como ideas. Es así que se observa, rigurosamente, que creación y destrucción no existen como tal en la realidad, sino más bien lo que es evidenciable es una transformación, un paso gradual de un estado a otro en un entorno aparentemente constante. En este sentido, la afirmación “encontramos que las cosas pueden existir o no existir…” es un razonamiento mal planteado, pues hablar de existir o dejar de existir no tendría asidero. Todo fue, es y será en distintas morfologías.
Proseguimos sin embargo con los demás razonamientos de Aquino: “Es imposible que las cosas sometidas a tal posibilidad existan siempre, pues lo que lleva en sí mismo la posibilidad de no existir, en un tiempo no existió. Si, pues, todas las cosas llevan en sí mismas la posibilidad de no existir, hubo un tiempo en que nada existió”. Natural sería afirmar que todo lo que tenga la posibilidad de no existir no existirá eventualmente, pero resulta menos evidente decir que algo que tenga esa misma posibilidad de inexistencia no existió en el pasado durante un tiempo. En pocas palabras, asentar esto último sería lo mismo que decir que cualquier cosa que no existe ahora tiene posibilidades de existir en un futuro siempre y cuando sea susceptible de una destrucción eventual.
No está demostrado, por tanto, que cualquier ente perecedero tenga necesariamente un vacío existencial en el pasado sólo por ser perecedero en presente o futuro. Eso asumiendo que “creación” y “destrucción” sean realidades en el universo.
Más adelante, prosiguiendo con la Tercera Vía se tiene:
“Luego no todos los seres son sólo posibilidad; sino que es preciso algún ser necesario”.
Según el contexto, el “ser necesario” de Aquino es un ser que por definición debió haber existido desde siempre. De hecho, es un ser que no puede permitirse posibilidad alguna de existir o no existir. Simplemente fue desde siempre. Ahora bien, si Aquino es capaz de imaginar algo de tal naturaleza sempiterna (aunque forzadamente lo llama “ser”, pudiendo haberlo llamado ente, cosa, algo, etc), ¿por qué no imaginar lo propio respecto al universo, o respecto a las causas en las anteriores vías?
“Por otra parte, no es posible que en los seres necesarios se busque la causa de su necesidad llevando este proceder indefinidamente, como quedó probado al tratar las causas eficientes (núm. 2). Por lo tanto, es preciso admitir algo que sea absolutamente necesario, cuya causa de su necesidad no esté en otro, sino que él sea causa de la necesidad de los demás. Todos le dicen Dios”. Así se cierra la Tercera Vía, no sin finalizar con unos sofismas que enumeraré a continuación:
• La Segunda Vía, como ya se ha evaluado en Suma Teológica- Segunda Vía, no posee la rigurosidad necesaria para hacerla valedera. Ergo, la causa de los seres necesarios queda indefinida.
• Aún admitiendo que exista un ser necesario absoluto cuya necesidad descanse en otros para hacerlos existentes, y aún admitiendo que éste mismo ser necesario no tenga necesidad en algún otro ente; no queda determinado el motivo del origen de las cosas. Después de todo, y en palabras de Aquino, ¿cuál sería el motor interno de ese ser necesario para ser la necesidad de todo lo demás?
• Llamar “ser” a ese algo a lo cual se reduce todo es un razonamiento forzado que atribuye un carácter viviente, personal e individual a ese algo necesario. De ninguna manera queda demostrado que ese algo sea un “ser”.
• No sólo hay una imprecisión en el hecho de tomar a ese algo como un “ser”, sino que existe otro razonamiento forzado al denominarlo “Dios”. No está demostrado, aún asumiendo que sea un ser ese algo, que sea un dios.
• La frase “Todos le dicen Dios”, es un argumento ad populum. Es decir, de ninguna manera un razonamiento se vuelve válido por ser popular.
Queda expedito entonces que los razonamientos de la Tercera Vía de Santo Tomás de Aquino no son concluyentes. La Cuarta y Quinta Vía continuarán en las próximas entregas.
“La tercera es la que se deduce a partir de lo posible y de lo necesario. Y dice: Encontramos que las cosas pueden existir o no existir, pues pueden ser producidas o destruidas, y consecuentemente es posible que existan o que no existan. Es imposible que las cosas sometidas a tal posibilidad existan siempre, pues lo que lleva en sí mismo la posibilidad de no existir, en un tiempo no existió. Si, pues, todas las cosas llevan en sí mismas la posibilidad de no existir, hubo un tiempo en que nada existió. Pero si esto es verdad, tampoco ahora existiría nada, puesto que lo que no existe no empieza a existir más que por algo que ya existe. Si, pues, nada existía, es imposible que algo empezara a existir; en consecuencia, nada existiría; y esto es absolutamente falso. Luego no todos los seres son sólo posibilidad; sino que es preciso algún ser necesario. Todo ser necesario encuentra su necesidad en otro, o no la tiene. Por otra parte, no es posible que en los seres necesarios se busque la causa de su necesidad llevando este proceder indefinidamente, como quedó probado al tratar las causas eficientes (núm. 2). Por lo tanto, es preciso admitir algo que sea absolutamente necesario, cuya causa de su necesidad no esté en otro, sino que él sea causa de la necesidad de los demás. Todos le dicen Dios”.
Tomás de Aquino comienza su argumentación así: “Encontramos que las cosas pueden existir o no existir, pues pueden ser producidas o destruidas, y consecuentemente es posible que existan o que no existan.”. Se entiende que todo lo que existe, por haber sido “creado” o producido posee inmanentemente la capacidad de existir y de no existir, pues también, así como ha sido creado o producido, puede ser destruido. ¿Puede algo, con base a nuestros sentidos, ser creado y nunca destruido? Tomando la prudencia pertinente, por ahora y con base a nuestros sentidos, no. ¿Y podría algo que es destruido nunca haber sido creado? Lógicamente no. Hasta ahora, entonces, concuerdo con Tomás de Aquino.
Ahora bien, es menester recalcar que palabras como “creado” o “destruido” son cápsulas del lenguaje que pretenden asir parte de la realidad y transportarla de esa manera como ideas. Es así que se observa, rigurosamente, que creación y destrucción no existen como tal en la realidad, sino más bien lo que es evidenciable es una transformación, un paso gradual de un estado a otro en un entorno aparentemente constante. En este sentido, la afirmación “encontramos que las cosas pueden existir o no existir…” es un razonamiento mal planteado, pues hablar de existir o dejar de existir no tendría asidero. Todo fue, es y será en distintas morfologías.
Proseguimos sin embargo con los demás razonamientos de Aquino: “Es imposible que las cosas sometidas a tal posibilidad existan siempre, pues lo que lleva en sí mismo la posibilidad de no existir, en un tiempo no existió. Si, pues, todas las cosas llevan en sí mismas la posibilidad de no existir, hubo un tiempo en que nada existió”. Natural sería afirmar que todo lo que tenga la posibilidad de no existir no existirá eventualmente, pero resulta menos evidente decir que algo que tenga esa misma posibilidad de inexistencia no existió en el pasado durante un tiempo. En pocas palabras, asentar esto último sería lo mismo que decir que cualquier cosa que no existe ahora tiene posibilidades de existir en un futuro siempre y cuando sea susceptible de una destrucción eventual.
No está demostrado, por tanto, que cualquier ente perecedero tenga necesariamente un vacío existencial en el pasado sólo por ser perecedero en presente o futuro. Eso asumiendo que “creación” y “destrucción” sean realidades en el universo.
Más adelante, prosiguiendo con la Tercera Vía se tiene:
“Luego no todos los seres son sólo posibilidad; sino que es preciso algún ser necesario”.
Según el contexto, el “ser necesario” de Aquino es un ser que por definición debió haber existido desde siempre. De hecho, es un ser que no puede permitirse posibilidad alguna de existir o no existir. Simplemente fue desde siempre. Ahora bien, si Aquino es capaz de imaginar algo de tal naturaleza sempiterna (aunque forzadamente lo llama “ser”, pudiendo haberlo llamado ente, cosa, algo, etc), ¿por qué no imaginar lo propio respecto al universo, o respecto a las causas en las anteriores vías?
“Por otra parte, no es posible que en los seres necesarios se busque la causa de su necesidad llevando este proceder indefinidamente, como quedó probado al tratar las causas eficientes (núm. 2). Por lo tanto, es preciso admitir algo que sea absolutamente necesario, cuya causa de su necesidad no esté en otro, sino que él sea causa de la necesidad de los demás. Todos le dicen Dios”. Así se cierra la Tercera Vía, no sin finalizar con unos sofismas que enumeraré a continuación:
• La Segunda Vía, como ya se ha evaluado en Suma Teológica- Segunda Vía, no posee la rigurosidad necesaria para hacerla valedera. Ergo, la causa de los seres necesarios queda indefinida.
• Aún admitiendo que exista un ser necesario absoluto cuya necesidad descanse en otros para hacerlos existentes, y aún admitiendo que éste mismo ser necesario no tenga necesidad en algún otro ente; no queda determinado el motivo del origen de las cosas. Después de todo, y en palabras de Aquino, ¿cuál sería el motor interno de ese ser necesario para ser la necesidad de todo lo demás?
• Llamar “ser” a ese algo a lo cual se reduce todo es un razonamiento forzado que atribuye un carácter viviente, personal e individual a ese algo necesario. De ninguna manera queda demostrado que ese algo sea un “ser”.
• No sólo hay una imprecisión en el hecho de tomar a ese algo como un “ser”, sino que existe otro razonamiento forzado al denominarlo “Dios”. No está demostrado, aún asumiendo que sea un ser ese algo, que sea un dios.
• La frase “Todos le dicen Dios”, es un argumento ad populum. Es decir, de ninguna manera un razonamiento se vuelve válido por ser popular.
Queda expedito entonces que los razonamientos de la Tercera Vía de Santo Tomás de Aquino no son concluyentes. La Cuarta y Quinta Vía continuarán en las próximas entregas.
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