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l igual que en las entregas anteriores, se analizará el argumento de la existencia de Dios formulado por Santo Tomás de Aquino. En este caso, su Cuarta Vía:
“La cuarta se deduce de la jerarquía de valores que encontramos en las cosas. Pues nos encontramos que la bondad, la veracidad, la nobleza y otros valores se dan en las cosas. En unas más y en otras menos. Pero este “más” y este “menos” se dice de las cosas en cuanto que se aproximan “más” o “menos” a lo máximo. Así, caliente se dice de aquello que se aproxima más al máximo calor. Hay algo, por tanto, que es muy veraz, muy bueno, muy noble; y, en consecuencia, es el máximo ser; pues las cosas que son sumamente verdaderas, son seres máximos, como se dice en II “Metaphys”. Como quiera que en cualquier género, lo máximo se convierte en causa de lo que pertenece a tal género -así el fuego, que es el máximo calor, es causa de todos los calores, como se explica en el mismo libro —, del mismo modo hay algo que en todos los seres es causa de su existir, de su bondad, de cualquier otra perfección. Le llamamos Dios”.
Quizás éste sea el argumento de Aquino de menos sustento. Es sencillo ver que a partir de la frase
“La cuarta se deduce de la jerarquía de valores que encontramos en las cosas. Pues nos encontramos que la bondad, la veracidad, la nobleza y otros valores se dan en las cosas”
es un argumento moral que atribuye la bondad (y por supuesto la maldad) como una propiedad intrínseca en la naturaleza.
Toda moral, es decir, todo canon de lo que es bueno y lo que es malo, es oriundo de lo que consideramos beneficioso o perjudicial para nosotros. Al mismo tiempo, es necesaria la capacidad de elegir entre algo beneficioso o algo perjudicial para poder luego hablar de que pertenecemos a un sistema moral. En pocas palabras, lo primero que necesitamos para tener moral es libre albedrío.
Si no se tiene libre albedrío, no se puede elegir. Y si no se puede elegir, cualquier acto que se realice será un único camino posible. Siendo único el camino en el vivir, sería erróneo hablar de bondad o maldad, pues no habría bifurcación posible en los actos para poder valorarlos. Ergo, todo ser viviente que no tenga alternativas en su vivir, que no pueda elegir, que no tenga libre albedrío, no tiene moral. Ejemplo claro de esto es el mundo vegetal (que no tiene otra forma de vivir más que la que ejercita) y el mundo animal (que sólo sigue los designios de los instintos). Por lo tanto, queda demostrado que la naturaleza es amoral, y la premisa base de Aquino queda invalidada.
Ahora bien, en el caso humano (seres que tienen la capacidad de elegir gracias a la conciencia de sí mismos), sí es factible hablar de moral. De hecho, puesto que cada individuo humano puede elegir entre lo placentero y lo no placentero, todos los seres humanos son morales. Sin embargo, como cada individuo es distinto, pues distinta será su moralidad respecto a sus congéneres.
Queda en evidencia entonces que son muchos los sistemas morales que conviven en el mundo humano. Puesto que cada acto de placer o no placer en un individuo es tan genuino como en otro, cada moral es equitativamente válida, por lo que hablar de una moral absoluta sería una verdadera ilusión, además de una total alienación hacia la libertad y la individualidad.
Por ello, no sólo la premisa base de Aquino queda descalificada, sino que sus razonamientos ulteriores quedan invalidados también. Establecer una virtud máxima y una bondad máxima es una forma sutil, pero directa, de establecer una moral absoluta. Y ya que esto no es más que una espiritualización humana sin fundo natural, el argumento de la Cuarta Vía es erróneo.
El quinto y último argumento de Tomás de Aquino será evaluado en la entrega siguiente.
“La cuarta se deduce de la jerarquía de valores que encontramos en las cosas. Pues nos encontramos que la bondad, la veracidad, la nobleza y otros valores se dan en las cosas. En unas más y en otras menos. Pero este “más” y este “menos” se dice de las cosas en cuanto que se aproximan “más” o “menos” a lo máximo. Así, caliente se dice de aquello que se aproxima más al máximo calor. Hay algo, por tanto, que es muy veraz, muy bueno, muy noble; y, en consecuencia, es el máximo ser; pues las cosas que son sumamente verdaderas, son seres máximos, como se dice en II “Metaphys”. Como quiera que en cualquier género, lo máximo se convierte en causa de lo que pertenece a tal género -así el fuego, que es el máximo calor, es causa de todos los calores, como se explica en el mismo libro —, del mismo modo hay algo que en todos los seres es causa de su existir, de su bondad, de cualquier otra perfección. Le llamamos Dios”.
Quizás éste sea el argumento de Aquino de menos sustento. Es sencillo ver que a partir de la frase
“La cuarta se deduce de la jerarquía de valores que encontramos en las cosas. Pues nos encontramos que la bondad, la veracidad, la nobleza y otros valores se dan en las cosas”
es un argumento moral que atribuye la bondad (y por supuesto la maldad) como una propiedad intrínseca en la naturaleza.
Toda moral, es decir, todo canon de lo que es bueno y lo que es malo, es oriundo de lo que consideramos beneficioso o perjudicial para nosotros. Al mismo tiempo, es necesaria la capacidad de elegir entre algo beneficioso o algo perjudicial para poder luego hablar de que pertenecemos a un sistema moral. En pocas palabras, lo primero que necesitamos para tener moral es libre albedrío.
Si no se tiene libre albedrío, no se puede elegir. Y si no se puede elegir, cualquier acto que se realice será un único camino posible. Siendo único el camino en el vivir, sería erróneo hablar de bondad o maldad, pues no habría bifurcación posible en los actos para poder valorarlos. Ergo, todo ser viviente que no tenga alternativas en su vivir, que no pueda elegir, que no tenga libre albedrío, no tiene moral. Ejemplo claro de esto es el mundo vegetal (que no tiene otra forma de vivir más que la que ejercita) y el mundo animal (que sólo sigue los designios de los instintos). Por lo tanto, queda demostrado que la naturaleza es amoral, y la premisa base de Aquino queda invalidada.
Ahora bien, en el caso humano (seres que tienen la capacidad de elegir gracias a la conciencia de sí mismos), sí es factible hablar de moral. De hecho, puesto que cada individuo humano puede elegir entre lo placentero y lo no placentero, todos los seres humanos son morales. Sin embargo, como cada individuo es distinto, pues distinta será su moralidad respecto a sus congéneres.
Queda en evidencia entonces que son muchos los sistemas morales que conviven en el mundo humano. Puesto que cada acto de placer o no placer en un individuo es tan genuino como en otro, cada moral es equitativamente válida, por lo que hablar de una moral absoluta sería una verdadera ilusión, además de una total alienación hacia la libertad y la individualidad.
Por ello, no sólo la premisa base de Aquino queda descalificada, sino que sus razonamientos ulteriores quedan invalidados también. Establecer una virtud máxima y una bondad máxima es una forma sutil, pero directa, de establecer una moral absoluta. Y ya que esto no es más que una espiritualización humana sin fundo natural, el argumento de la Cuarta Vía es erróneo.
El quinto y último argumento de Tomás de Aquino será evaluado en la entrega siguiente.
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