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Se dice que los psicólogos de vertiente humanista pueden sanar la mente del existencialismo, pero os recomiendo querido lector que, si eres de pensamiento agudo y de sensibilidad arácnida, y si además consideras que hay absolutos en la vida de los cuales tu felicidad se apoya, como la fe, como la verdad, como la moral, como la familia y los amigos, como el bien; si este es tu caso mi muy estimado desconocido, no sigas leyendo lo siguiente, pues lamento disentir de tan buenos especialistas. Para mi, el existencialismo no tiene cura, y una vez que eres uno de nosotros ya no hay vuelta atrás.
Puedes basar tu fe en una religión, como muchos miles de millones de seres humanos que te acompañan. En efecto pensarás que es la verdad, la única verdad, y que todas las demás religiones son falsas excepto la tuya. No hay que sentirse mal por eso: todos los demás creyentes de otras doctrinas piensan exactamente como tú. Eventualmente, si muerdes la manzana del Árbol del Bien y el Mal, si te das un bocado de esa fruta del Árbol del Conocimiento, no solamente no habrá religión que valga, sino ningún dios.
Y sobreviene la culpa, la gran desazón, la gran vacuidad. Tu fe, eso tan sólido, tan fundamental, la base de toda tu vida, no es más que un producto histórico que así como fue pudo no ser. Pues nadie elige el lugar de nacimiento, ni la familia en la cual nacer, ni el contexto, ni las creencias que te son inculcadas, ni los patrones de bueno y malo que te son enseñados. Aquí, en América Latina, eres del catolicismo, pero muy bien pudiste nacer en Israel y ser judío, ¿o por qué no nacer en Jordania y ser musulmán? De ser de familia indígena no serías ninguno de los anteriores, y hasta agnóstico pudiste ser, en alguna de sus variantes, pero dependiendo de tu seno. Siempre dependiendo.
¿Qué hubiera pasado si Constantinopla no hubiera caído? ¿Qué hubiera sucedido si San Agustín hubiera elegido otra clase de libros para formar el Canon Bíblico? ¿Qué sucedería si se aceptase la evidencia del Evangelio de Judas Iscariote, descubierto recientemente? ¿Qué hubiera pasado si Justiniano I no hubiera eliminado toda cultura helenística en su mandato? ¿Qué si Sócrates o Pirrón hubiesen escrito algo? ¿Qué si los españoles no hubieran traído sacerdotes al nuevo Mundo? ¿Y si se descubriera la infancia de Cristo? ¿Y si se descubriera un libro original de Buda? ¿Y si apareciera vida inteligente en otros planetas con una fe distinta, o sin creencia metafísica?; Si hubiera ocurrido u ocurriese alguno de estos eventos, ¿qué sería de tu fe?
La verdad, tu gran verdad, no se fundamenta más que en lo fortuito. Y si es un plan divino el que todo sucediera así, pues también es parte del plan que otros estuvieran exentos de participar en vuestra religión, pues las circunstancias los hicieron nacer con una perspectiva distinta de la vida. Por supuesto, esos hombres y mujeres apartados también creen que su verdad es la única verdad, y que su dios es el único dios. ¿Quién tiene la razón? ¿Gana la religión más antigua, la que tiene más adeptos o la que te mejor parezca? ¿Por qué? ¿Una verdad absoluta e inmutable depende del tiempo, de números o de pareceres?
Llegas así al siguiente escalafón. Ya no hay religión que valga, más si hay un dios que existe, que “se siente”, y que es personal. En mi opinión, una necesidad de vacío que los humanos frecuentemente llenan con un sentido de paternidad o maternidad, derivado de la protección que de infantes recibían por parte de sus progenitores, e intensificada por el miedo a la muerte o a la pérdida del “yo”. Porque eso del que “todo lo ve”, “todo lo escucha”, “todo lo vigila”, “siempre te protege” es muy paternal, mas no divino. Lo divino lo hace la metafísica que lo envuelve.
Pero de nuevo volvemos al argumento anterior, pues así como pudiste creer en un dios en particular, pudiste creer en cualquier otro. El criterio para elegir qué dios es el tuyo es básicamente el que te haga sentir mejor, y eso también es oriundo de las circunstancias ¿Y debe ser ese que te hace sentir mejor el dios de todos? ¿Qué si lo que te hace sentir mejor hace sentir peor a los demás?
No solamente aparece tal disyuntiva, sino que en un mundo en donde, como diría Protágoras y luego confirmara Kant, no vemos las cosas como son sino como somos; en un mundo en donde ya se sabe que nuestro ADN es 98% animal, en donde se conoce que no usamos el cerebro en su totalidad, que nuestros sentidos son una miseria comparados con toda la gama de sensaciones que existen en los animales, en este mundo y universo antiquísimo en el cual llevamos apenas 10.000 años, en el que cada cuestión que se sabe arroja a partir de sí mil incógnitas más, en este mismo mundo en donde toda la información que manejamos ha sido manipulada y condicionada miles de veces a error humano y a desgaste, y que de esos 10.000 años que llevamos sólo se tienen registros históricos de la mitad hasta la actualidad; con todas estas circunstancias, con todos los prejuicios cognitivos que tenemos, con todos los relativismos existentes, pareidolias, vicios, patrones arbitrarios y traiciones instintivas, con todo eso juramos, con la totalidad de nuestro ser, que un dios existe, que creó todo lo que vemos y lo que no, y que aún estando fuera del alcance de toda compresión, podemos inferir de él valores morales, o un orden cósmico, o un gran planificador o velador de nuestros intereses. Incluso vida eterna.
Vaya ego. O vaya miedo.
Por supuesto que el mismo orden de ideas aplica para los ateos, pues así como no hay evidencia objetiva acerca de la existencia de fenómenos y entes metafísicos, tampoco la hay para la no existencia. Esto aún a pesar de la contradicción lógica que entraña la mayoría de los dioses humanos.
La siguiente etapa se torna luego en el “todos somos uno”. Y esto constituye una certeza comprobable, porque, en efecto, en algún momento de la historia del universo toda la energía y masa que nos compone provino de un solo punto. Además, todos los seres vivos estamos compenetrados en macro y microsistemas simultáneos, de tal manera que lo que haga una especie afecta a otra, por muy lejana y distinta que sea. Pero no hay nada metafísico en ello, por lo menos no objetivamente. Que tal cuestión sea un evento místico, de nuevo, depende de la perspectiva de cada quien. Evidentemente esto aplica también para el pensamiento de que todos los dioses, en todas sus variantes, son uno solo. Es lo mismo.
¿En qué basar entonces el sentido de la existencia? Ya no hay moral que valga, ni dioses, ni nada espiritual. Ya nada es bueno o malo, ya no hay infierno ni cielo, ni pecado ni virtud. ¿Qué es lo que la vida podría esperar de mi entonces?
(Sigue en la segunda parte)
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Eres un atajo para leer al bigotudo Federico, y uno muy bueno. Me encanta como describes tan hermosas virtudes tan "subinterpretadas" de un hombre que a mi parecer quería decir que creamos en Dios o no, veámonos primero a nosotros mismos. De verdad que lleva a querer leer por propia cuenta a Nietzsche y segur por tantos otros filólogos para buscar una verdad propia al entenderse a uno mismo.
ResponderEliminarPor cierto, ¿cómo haces para categorizar tus escritos mi estimado contertulio?: Ingeniería, Actualidad...
Jejeje! Sí, mi influencia nietzcheana se ha de notar mucho en estos escritos. Sin embargo en la segunda y tercera parte me salgo un poco de ella y hasta la contradigo con el esceptiscismo.
ResponderEliminarY bueno, lo de las categorías es una trampa pirata. Primero digamos que quieres hacer una categoría de ingeniería. Entonces lo que debes hacer es una entrada con todos los títulos de los artículos que hayas escrito que tengan que ver con ese tema, y a cada título lo enlazas a un link para que cuando lo pinches puedas ver el artículo en cuestión.
Si aún tienes dudas, puedo darte algunas páginas para que lo veas mejor.
Muchos saludos.