lunes, 26 de julio de 2010

"SUMA TEOLÓGICA". SEGUNDA VÍA



C
ontinuando con la Segunda Vía de Santo Tomás de Aquino, se tiene su siguiente argumento demostrativo:

"La segunda es la que se deduce de la causa eficiente. Pues nos encontramos que en el mundo sensible hay un orden de causas eficientes. Sin embargo, no encontramos, ni es posible, que algo sea causa eficiente de sí mismo, pues sería anterior a sí mismo, cosa imposible. En las causas eficientes no es posible proceder indefinidamente porque en todas las causas eficientes hay orden: la primera es causa de la intermedia; y ésta, sea una o múltiple, lo es de la última. Puesto que, si se quita la causa, desaparece el efecto, si en el orden de las causas eficientes no existiera la primera, no se daría tampoco ni la última ni la intermedia. Si en las causas eficientes llevásemos hasta el infinito este proceder, no existiría la primera causa eficiente; en consecuencia no habría efecto último ni causa intermedia; y esto es absolutamente falso. Por lo tanto, es necesario admitir una causa eficiente primera. Todos la llaman Dios."

Santo Tomás de Aquino, tomando una idea aristotélica, postula su Segunda Vía desde el punto de vista de las “causas eficientes”. Para nuestra comprensión, Aristóteles había dividido a las causas en estos tipos:

• Causa material
• Causa formal.
• Causa eficiente.
• Causa final.

Un ejemplo para ilustrar todas estas causas sería el siguiente: El apóstol Juan escribe el libro de las Revelaciones para difundir la palabra de Dios por toda la humanidad. La causa material sería el pergamino y la tinta usados, la causa formal sería lo escrito o el contenido (las Revelaciones), la causa eficiente sería el apóstol Juan y la causa final sería difundir la palabra de Dios.

Vemos pues que la causa eficiente se refiere a lo que llamaríamos actualmente “el autor material” de los hechos, o el responsable directo. Con esta información, analicemos el argumento.

El primer axioma de Tomás de Aquino es que “nos encontramos que en el mundo sensible hay un orden de causas eficientes”. Esta premisa, de ser válida, se cumple en el ámbito del mundo sensible, y todo lo que está en él, por definición, es lo que podemos conocer y percibir.

Partiendo de lo anterior, explica que “sin embargo, no encontramos, ni es posible, que algo sea causa eficiente de sí mismo, pues sería anterior a sí mismo, cosa imposible”. Esto no es más que una de las formas del enunciado de la conservación de la energía, o de la primera ley de la termodinámica. Básicamente, nada puede salir de la nada, y si recordamos que nos encontramos en el marco del mundo sensible, estoy completamente de acuerdo. Sin embargo, la afirmación final de que sea “imposible” que ocurra lo contrario, merece estar sujeta al primer axioma. Es imposible, pero en el mundo sensible.

No obstante la lógica predecesora de la Segunda Vía, aparece luego algo que, por lo menos para este servidor, no es evidente. Tomás de Aquino afirma: “En las causas eficientes no es posible proceder indefinidamente porque en todas las causas eficientes hay orden: la primera es causa de la intermedia; y ésta, sea una o múltiple, lo es de la última”. No está claro a qué se refiere con “indefinidamente”, en específico si es un indefinido hacia el pasado o hacia el futuro, inclusive si se refiere a ambos. Supondré pues, que se refiere a la imposibilidad de las causas eficientes indefinidas tanto en pasado como en futuro.

La imposibilidad de mantener indefinidamente las causas eficientes acota la dimensión del tiempo, sobretodo si el indefinido tiene límites tanto en pasado como en futuro. En pocas palabras, de ser éste el caso, el tiempo tendría un comienzo y un fin absolutos.

Pero Tomás de Aquino no sólo establece sus premisas en un tiempo posiblemente lineal y finito, sino que explica que la causa de que eso sea así es el orden. Es el orden lo que explica que las causas eficientes no puedan ocurrir indefinidamente, porque ellas ocurren con “jerarquía”: primero la primera, luego la segunda, luego la tercera, y así sucesivamente. ¿Pero cuál es ese orden que impide que de la tercera pasemos a la cuarta y de ella a la quinta y luego a la sexta, siguiendo la cadena hasta el infinito? No puede ser, en tal caso de haber tal, un orden divino, pues es lo que justamente se intenta demostrar.

No está claro entonces lo que significa que el orden jerárquico de los eventos, por denominarlo de alguna manera, establezca un límite en el futuro. Sopesemos, ergo, si tal límite es factible hacia el pasado.

Justamente el hecho de retrotraer nuestro presente al más lejano pasado es lo que ha despertado (mayoritariamente) el debate acerca de la existencia de Dios o la existencia de una causa primera. Sin embargo, tal y como decía en Suma Teológica- Primera Vía, hay dos prejuicios con los cuales hay que combatir: El tiempo lineal y una primera causa.

Cuando estipulamos que el tiempo es lineal, tácitamente establecemos, como bien razona Tomás de Aquino, que existe una dimensión temporal que gráficamente puede ser representada por una longitud infinita, sin comienzo ni fin. Basándonos en el ámbito del mundo sensible, la forma física de demostrar lo contrario sería asumir que el universo es un sistema cerrado, contabilizar de alguna manera la masa del universo y establecer por tanto una cantidad de energía total existente. El momento en el cual toda esa cantidad de energía estuvo reunida en un solo ente podría establecer cuál fue el inicio del tiempo. Sin embargo, denominar el inicio del tiempo en ese instante sería una convención sujeta a relativismos, pues sería el inicio del tiempo del universo sensible. ¿Qué podríamos decir de lo que antecedía a ese momento? Nada. En pocas palabras, no puede demostrarse rigurosamente un inicio del tiempo si nos atenemos a nuestros sentidos.

Tampoco puede demostrarse rigurosamente que fue necesaria una causa primera. Sí, es efectivamente lógico suponer que todo tiene una causa, pero no es posible, empero, demostrar que todo nació de una causa única. No hay nada, en el mundo sensible, que ofusque una infinitud hacia el pasado, pero veamos lo que tiene que decir Santo Tomás de Aquino al respecto:

“Si en el orden de las causas eficientes no existiera la primera, no se daría tampoco ni la última ni la intermedia”. Que sea esto la premisa base para lo que sigue. Luego:

“Si en las causas eficientes llevásemos hasta el infinito este proceder, no existiría la primera causa eficiente”. Presumo que con “llevásemos hasta el infinito este proceder” se refiere a avanzar infinitamente hacia el pasado, pues hacia el futuro no tendría sentido la frase.

En este orden de ideas, estoy completamente de acuerdo con Tomás de Aquino, pues de existir un pasado infinito, realmente infinito por definición, nunca retrocederíamos lo suficiente como para hallar una causa primera. Sería asumir por tanto que el tiempo siempre fue, sin nacer. Prosiguiendo:

“en consecuencia no habría efecto último ni causa intermedia; y esto es absolutamente falso. Por lo tanto, es necesario admitir una causa eficiente primera”.

Bien, la última parte de tal argumento fue expresada impecablemente. Lo que Tomás de Aquino establece es que si el tiempo siempre fue, no hubo causa primera y por lo tanto todo lo que pudo haberse derivado de ellas sería inexistente. Como es falso que todo es inexistente, pues tuvo que haber una causa primera. Tiene razón. Pero este argumento es válido, recordemos, si y sólo sí partimos del mundo sensible.

Para aceptar finalmente una causa primera como creadora de todo lo que existe, debe necesariamente dicha causa escapar de las causalidades. Y se nos presenta entonces una paradoja: ¿Cómo lo causado puede serlo por lo no causado? Aquí es en donde entra comúnmente el argumento místico. Prueba de ello es que Tomás de Aquino no tarda en decir “todos la llaman Dios”. Lo responsable sería decir que por los momentos no se sabe, pues forzar hacia Dios el razonamiento sería un argumentum ad ignoratiam, transfigurado en el popular caso particular del “Dios de los huecos”. De hecho, al suponer que exista una demostración para una causa primera, ésta ha de ser suprasensible, y por lo tanto, no podemos acceder a ella.

Muy bien podríamos, desde otro punto de vista, hacer un ejercicio mental. Supongamos que en la concatenación de las causas y efectos existe algo así como una causa última, y por consiguiente un efecto último. Éste efecto último cerraría bruscamente toda la serie de causas y efectos predecesores. Una pregunta válida sería: ¿Qué evento en el marco de lo sensible podríamos establecer para decir que todo lo que existe desaparecerá hacia la nada? El mundo, con nosotros incluso, podría destruirse, las estrellas se podrían alejar hasta enfriarse o tal vez podríamos implotar hacia un único punto, pero sería lógico pensar que siempre sucederá algo. Sería lógico por tanto decir que el tiempo será siempre, se extenderá indefinidamente hasta el infinito.

Entonces, si no es reprochable una permanencia del tiempo hacia el futuro, ¿por qué habría de serlo hacia el pasado? Como mencioné antes, no se puede demostrar que el tiempo no está establecido indefinidamente hacia el pasado. La Segunda Vía de Aquino es, por lo tanto, válida sólo en un marco de tiempo y espacio local.

Seguiremos en próximas entradas con los siguientes argumentos.




ARTÍCULOS RELACIONADOS

1 comentario:

  1. gracias por la información, me ayudo bastante ya que esta vía me costaba entender, mil gracias!!

    ResponderEliminar

Dejad vuestro comentario libremente:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...