sábado, 23 de octubre de 2010

DEMOSTRACIÓN DE QUE LA VIDA NO ES ABSURDA


Cuando se plantea el absurdo de la vida, comúnmente tal evocación proviene de nuestros estados reflexivos más desesperados. Esperamos de ella un sentido, que, sin embargo, no es fácil de asimilar o incluso resulta inentendible. De la forma más ingenua, la gran mayoría de las personas le dejan eso del “sentido de la vida” a la disposición de su deidad favorita. Pero este artículo no es para ingenuos.

Y si no queremos ser ingenuos hay que ser todo lo contrario. Hay que actuar con cautela y con precisión. La disciplina reflexiva necesaria para que los pensamientos no nos lleguen atropelladamente y no nos hagan sacar conclusiones falaces proviene de la rigurosidad con la que manejamos los conceptos y de la honestidad con la que los producimos. Rigurosidad y sinceridad, serán pues nuestros gritos de guerra.

Afirmemos intempestivamente que la vida es un absurdo. Muy bien, hay que demostrarlo, y para ello hay que descomponer la afirmación en sus acentuaciones más importantes. El predicado de la frase, “es un absurdo”, merece un justo análisis.

¿Qué significa la palabra absurdo? Existen tres enfoques por medio de los cuales “el absurdo” puede ser evaluado, a saber desde los puntos de vista lógico, ontológico y existencial. Alfonso Fernández Tresguerres ha hecho un excelente ensayo en el cual explica cómo es visto el concepto de lo absurdo a través de estas perspectivas. Pueden acceder al mismo por esta vía:


El ensayo exige cierta familiaridad con la filosofía, por lo que, para facilitar la información, resumiré el análisis del “absurdo” del mencionado autor de la forma más clara posible.

Desde el punto de vista lógico, lo absurdo es sinónimo de imposibilidad o contradicción. Cuando afirmamos que tal o cual cosa es absurda, estamos cometiendo un agravio expresivo, pues lo que decimos no tiene sentido lógico. Si tal o cual cosa es absurda, tal o cual cosa no debería ocurrir (puesto que si es absurda sería imposible); pero si la estamos señalando, si percibimos que ocurre, pues en efecto está ocurriendo. Si ocurre, no hay contradicción ni imposibilidad, no hay absurdo que valga.

La vida no es absurda desde el punto de vista lógico, porque la vida está ocurriendo. No la podemos acusar de absurda porque eso sería acusarla de imposibilidad, pero en efecto es posible y ocurre. De hecho, para denominarla como absurda, necesitamos primero estar vivos. Llamar a la vida absurda es incurrir en una contradicción con nosotros mismos. Paradójicamente terminamos nosotros siendo los absurdos al afirmar tal cosa.

Desde el punto de vista ontológico, lo absurdo es todo aquello que no-es. Entonces analizando la preposición “X es absurdo”, primero necesitamos la existencia de X para luego poder esgrimir sus atributos. ¿Cómo podríamos denominar como absurdo a lo que no existe? ¿a lo que no es? ¿a lo que no está?. La vida es, y esto es evidente; luego la vida no puede se absurda, porque sino no sería.

En este sentido ontológico, la palabra “absurdo” no es más que polvo. "La palabra absurdo no es más que polvo."Carece de todo fundamento, no debería ni pronunciarse. No podemos pensar en las cosas que no podemos pensar. Denominar como “absurdas” a las cosas que no podemos pensar no es más que (y como máximo) un señalamiento hacia ellas, es una flecha que va desde nuestro mundo humano hacia algo fuera de lo humano (y por lo tanto inexistente para nosotros), pero nunca una conceptualización de ellas. No podemos aprehenderlas puesto que escapan a lo humano. ¿Y qué puede saber, percibir o conceptualizar lo humano fuera de la humanidad? ¿Qué hace pues llamando absurdas a esas cosas inexistentes a nuestra realidad?

Si la tentación nos hace invocar deidades en este aspecto, al hablar de lo que está “por fuera de lo humano”, salta al paso la profunda intuición de Kierkegaard, quien afirma que "lo absurdo es el verdadero objeto de la fe, porque sólo lo absurdo, hablando con propiedad, es lo único que puede ser creído". Y vale acotar que Kierkegaard no era ateo…

Desde el punto de vista existencial, algunos podrían afirmar que la vida es absurda pues no tiene fundamento que la respalde. Y bien, ¿quién dice que deba tener tal fundamento? ¿desde dónde podemos mirar a la vida, de forma externa a ella, para hallar un fundamento? ¿Y qué importa que no tenga fundamento?

Existe una palabra en filosofía que denomina todo aquello que no tiene carácter necesario, que como es de una manera muy bien pudo haber sido de otra. Esa palabra es “contingencia”. Y luego de más de 2500 años de filosofía rigurosa se tiene la certeza de que en realidad la vida es contingente.

La contingencia de la vida implica una serie de cuestiones, entre las cuales la más importante es la libertad plena del hombre. Nada en la vida está escrito, nada en ella está predeterminado y nada le provee de algún sentido. La vida simplemente es. ¿Será entonces absurda por ello? No.

Oportuna será que haga una mención de Nietzsche, en una de esas ocasiones que nos sorprende a mitad de lectura con su fino humor: “Nadie puede juzgar el valor de la vida; unos porque están vivos (y por lo tanto no son imparciales), y otros… por otro motivo”.

Tal y como menciona Alfonso Fernández Tresguerres, el supuesto “absurdo” de la vida depende sólo de nuestra perspectiva. No es en lo absoluto una propiedad que emane de ella, sino más bien una que salta de nosotros, con nuestro ojo que todo lo curva, le da color y humaniza. En el mismo sentido, la vida no es “en sí” y “por sí” ni buena ni mala, ni hermosa ni horrible, ni con sentido ni carente de él. Vuelvo y repito, la vida es.

Más allá de lo excelentemente escrito por Fernández, existe una perspectiva adicional acerca de la vida y sus alegados absurdos, y es la perspectiva pobre de contaminar los fenómenos con valores morales. En variadas ocasiones, la vida es absurda para muchos justo porque no les complace que los eventos que ocurren en ella sean “injustos” o “malos”. Bien, ya en el punto existencial de la demostración podríamos incluir este aspecto también.

Todavía persisten en el mundo (y gracias al oscurantismo religioso) las personas que sostienen la existencia de una base moral externa y absoluta más allá de nuestra humanidad, y que nos es heredada, quizás, de forma mística por alguna deidad o patrón superior. Esta postura es de necios. Peor aún, si a ética nos atenemos, debo decir que esta postura es simplemente ególatra. Ahora no es la Tierra el centro del universo, es el hombre… La naturaleza misma es la mejor evidencia para que las ideas de las personas que mantienen esta última perspectiva sean refutadas.

Enhorabuena entonces. La vida no es absurda. Puedes denominarla hermosa, terrible, tétrica o maravillosa; puedes visualizarla como un viaje de sempiterno aprendizaje, como un juego o como un sufrimiento no pedido. El suicidio, asimismo, es una postura válida si no te gusta esta fiesta a la cual has sido traído sin tu permiso y de la que abusivamente se espera que te quedes hasta el final. Pero todas estas perspectivas no tienen su peso en la vida, tienen su peso en vuestra persona.

Eres tu, y nadie más, el responsable de la vida y de su absurdo.

Muchos saludos.





2 comentarios:

  1. Estimado Corvo:
    Leyéndote me alegro de haberte conocido. Yo tengo un amigo que le gusta muuuucho Nietszche y que hace poesía moderna y demás. Lo respeto muchísimo y siempre nos juntamos y la pasamos bien, jugamos ajedrez y charlamos temas filosóficos. Muchas veces disentimos, otras no. ¿qué importa? Pero hay ciertas cuestiones fundamentales que sí importan: Me alegra que recomiendes a tus lectores que se hagan cargo de sus vidas, y tus análisis para llegar a esa conclusión son excelentes.

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  2. Nadie, siéntete a gusto en este blog. Eres completamente bienvenido y contigo, todas tus ideas sea cuales sean.

    Ya tu amigo, en base a tu descrpición, me cae bien, ¡jajaja!

    Muchas gracias por tus comentarios.

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